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19 de junio de 2007

Qué pasaría si... La guerrilla se tomara el poder

"Ahora millones de ciudadanos piensan, como Marulanda, que el fin justifica los medios. Creen que Colombia debe escoger entre usted y los otros asesinos de la mafia, que ahora se están legalizando": Daniel Coronell.

Por: Daniel Coronell
| Foto: Daniel Coronell


Cuando decidieron echarle mano a la plata de la droga, compraron un pasaje sin retorno. Se fortalecieron militarmente —es cierto, Pedro Antonio— pero se acabaron como opción política. Mordieron la manzana envenenada. Tienen armas, pero no los llevarán a ninguna parte.

Por eso cuesta tanto trabajo suponerlo ganando.

Usted, Pedro Antonio, que cuenta que la ciudad más grande que ha visitado es Neiva, tendría que empezar por aceptar que no conoce a Colombia. Ha vivido engañado, encerrado en cuarenta años de selvas y de partes de guerra. No tiene idea de cómo es este país, más allá de Planadas, del Caquetá, de la Uribe y otros cuantos puntos que componen su pequeño y violento universo.

Sigue usted imaginando que Colombia es una sociedad rural. Sin embargo, el 70% de los colombianos vive en las ciudades. Millones de ellos malviven, de acuerdo, pero muy pocos volverían al campo, al menos por su propia voluntad.

Buena parte de ellos dejó su tierra por cuenta de usted y de sus hombres, Pedro Antonio. Tuvo que huir dejando todo, con una mano adelante y otra atrás, para salvar la vida. Es cierto que los paramilitares —que son los mismos barones de la droga— han sacado a cientos de miles de sus casas, han asesinado a muchos para quedarse con sus tierras, pero ustedes contribuyeron bastante a ese éxodo sin retorno.

Dice usted, Pedro Antonio, que lucha por la igualdad, por los derechos de los más pobres. Miente. Los más pobres han sido sus principales víctimas. ¿O eran oligarcas las personas que buscaban refugio en una iglesia de Bojayá, cuando sus hombres destruyeron el templo? Murieron 119 pobres, eran niños, mujeres, padres de familia, gente que jamás conoció la abundancia. La misma clase de gente que usted asegura defender. ¿Quién será su ministro de Defensa? ¿Jojoy? Ese hombre despiadado que piensa que en la guerra todo vale. Él, que ha arrasado pueblos y matado a tantos con cilindros, sin estremecerse.

Asegura que le preocupan los hambrientos. Es falso. Solamente los usa para justificarse. Si realmente le dolieran, jamás condenaría al hambre a un secuestrado. Robarle la libertad a una persona ya es un crimen horrendo, pero darle tres cucharadas diarias como único alimento, muestra la crueldad suya y de los carceleros. Los que han podido volver de sus campos de horror recuerdan los castigos, las humillaciones y el hambre. ¿Qué pasaría con sus prisioneros nuevos, si usted llegara al poder, Pedro Antonio? ¿Se los entregaría a Fabián Ramírez, que no ha mostrado el menor gesto de humanidad con los rehenes que llevan años de injusto cautiverio?

Su sensibilidad es algo desconcertante, Pedro Antonio. Un reportero me contó que alguna vez lo vio muy disgustado. Fue en la época del despeje. ¿Recuerda? Sí, cuando usted y los suyos se burlaron de la esperanza de paz de los colombianos. Bueno, en fin, esa persona me contó que ese día usted les reclamó con severidad a unos muchachos que jugaban bruscamente con un perro. "Así no se trata a los animales", les dijo. Y tenía toda la razón, ¿pero entonces por qué piensa que a los seres humanos, a los secuestrados y a sus familias, sí se les puede tratar como usted los trata?

¿Cuál es su noción de justicia? He leído sus entrevistas y no la encuentro. Veo en cambio dos episodios que muestran lo que es "justicia revolucionaria" para su grupo. En 1998, en la carretera al Llano, usted ordenó un secuestro masivo. Al mando de la operación estaba Romaña, uno de sus pupilos aventajados. Cuando averiguaron qué pasaría con las personas que no pagaran el rescate afirmó: "Se les aplicará la justicia revolucionaria". "¿Qué es eso?", le peguntaron. Y Romaña, sin parpadear, respondió: "Asesinarlos". Así de claro. Tal vez él sea el ministro de Justicia que usted necesita.

Menos de un año después, y en medio del "proceso de paz", el mundo fue testigo de esa extraña visión de justicia que tienen ustedes. Tres indefensos indigenistas americanos, que vinieron a reclamar los derechos de los Uwa frente a las multinacionales, fueron asesinados por gente de Grannobles, el hermano de Jojoy. Como hablaban inglés, concluyeron que eran de la CIA. Cuando gente del mundo entero pidió que los asesinos fueran entregados a los jueces, las Farc dijeron que serían procesados por la justicia revolucionaria. Al cabo de unos meses, los condenaron a "aprender a leer".

Curiosa justicia la suya que sentencia a muerte al secuestrado que no paga, pero condena a la alfabetización a unos asesinos probados. Por lo demás. ¿Cree usted que aprender a leer es un castigo? Si es así, Grannobles sería un ministro de Educación perfecto. La letra con sangre entra, seguirá pensando usted. El ministro sería, además, un gran exponente de los nuevos valores. Él, que no ha tenido problema en asociarse con los paramilitares para traficar, determinaría los principios para formar a las futuras generaciones.

O mejor nómbrelo canciller. Mire qué habilidad para manejar las relaciones. Qué desparpajo tiene ese hermano del Mono para matar y echarle la culpa al otro. Cuánto podría enseñar en esa hermandad bolivariana de partidos únicos y silencio forzado para los disidentes. Quizás bajo su batuta, cambiaremos de amos. Ya no iremos a dar explicaciones a Washington, sino a Caracas.

Pondremos nuestro granito de arena para consolidar el "proceso". El comandante Chávez seguirá paseando en su avión, estrenando relojes de colección, comprando liderazgo con petróleo y regalando helicópteros a nombre del socialismo del siglo XXI. ¿Qué pasará cuando la bonanza termine? ¿Cuándo el saldo esté rojo, rojito?

De pronto usted podría ayudar. Su ministro de Hacienda sería Acasio. Tan diestro en conseguir divisas para salvar la "revolución". ¿Por qué piensa que el narcotráfico es aceptable cuando está en sus manos, pero reprobable cuando lo manejan sus enemigos?

Usted, Pedro Antonio, ha sido el gran elector de los últimos presidentes. La gente votó por Pastrana, después de la foto que usted le regaló. Cuatro años después, y hastiados de sus abusos, votaron por Uribe para que lo exterminara. Pero no ha podido. Uribe grita mucho, pero usted sigue ahí. Uribe fue reelegido ya una vez, y tal vez lo sea otra, sin que a usted le pase nada.

¿Revolucionario, usted? ¿Luchador de los pobres, usted? Usted, no es muy diferente de sus enemigos.

Tanto hemos llorado por cuenta suya, Pedro Antonio, que muchos colombianos han perdido el sentido de la realidad y aun de la humanidad.

Ahora millones de ciudadanos piensan, como usted, que el fin justifica los medios. Creen que Colombia debe escoger entre usted y los otros asesinos de la mafia, que ahora se están legalizando.

Y eso, Pedro Antonio, es lo peor que usted le ha hecho a este pobre país. Porque además de haber asesinado miles de cuerpos, también logró matar millones de almas.



*Publicado en 2010