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10 de junio de 2003

La prueba Reina

Por: Felipe Zuleta Lleras

Cuando uno está por fuera del país acaba defendiendo los valores nacionales representados en personajes, recursos naturales y hasta el bocadillo y la panela. Lo jodido de esta misión es que uno siempre se encuentra con algún colombianólogo(a) que sin saber nada de español conoce más del país que uno mismo.

Sin embargo, me he dado mis mañas para explicarles a los implacables anglosajones, quienes no admiten la estupidez, por qué los bogotanos escogieron dos veces como alcalde a un señor de ascendencia europea que se casó en un circo.

También que, a pesar de La Virgen de los sicarios, Medellín es una de las ciudades más lindas de Colombia.

Después de pasar invicto varias pruebas de lo 'inexplicable', fallé tratando de defender al Concurso Nacional de la Belleza.

"Oh, usted es de Colombia, es allí donde el país se paraliza cada noviembre por un reinado".

"Sí, en nuestro país la gente admira mucho a sus bellas mujeres...", respondí.

"¿Cómo así que las admiran? Si fuera así no las pondrían a competir semidesnudas como si fueran animales de raza".

Esta es otra de esas feministas activas, pensé. Pero la verdad sí posan semidesnudas, y a juzgar por lo que responden son realmente animales.

Sin embargo, rápidamente contesté: "Es un evento que une a los colombianos, se trata de una semana de esparcimiento para el pueblo...". "Y para los narcos, que hacen apuestas y viajan expresamente a comprar con regalos a las candidatas", aseguró otro de quienes estaban conversando conmigo.

"Bueno, sí 'hemos' tenido algunos casos, sobre todo durante los ochenta y principios de los noventa, pero las directivas han tomado cartas en el asunto".

"Cómo, ¿y es que durante casi dos décadas los directivos no sabían? Parece que en su país los grandes delitos se hacen a espaldas de quienes son responsables", me dijo uno de los contertulios.

"¿Quién dirige semejante despropósito?", preguntó alguien.

"Un señor calvo, gordo, bizco, totally styleless", respondió una gringa.

En ese momento tuve que intervenir enérgicamente, les dije que Ray, como le llaman sus amigos a don Raimundo, era un respetable hombre de negocios que como cualquier ejecutivo manejaba una empresa y que para los asuntos de lentejuelas, canutillos y peinados tenía un equipo con mucho estilo...

Donde les hubiera descrito a Alfredo Barraza o al séquito de gordas y feas que andan detrás de Raimundo , acaban con la pobre Colombia.

Cometí un error táctico: dije "hombre de negocios", ?si hubiera dicho que Ray es un amanerado sin estilo no me hubiera ido tan mal.

"De manera, pues", dijo alguien, "que eso deja dinero. No solamente es la convención más grande de mafiosos sino que, a punta de explotar a la mujer, otros hacen plata".

Ni el barrio de las reinas construido por el minuto de Dios con dineros que Ray generosamente aporta, ni el incremento en el turismo cartagenero, ni la lágrima de cada miss cuando el gordo Vargas la declara Señorita Colombia, ni el derroche de felicidad de la negramenta totalmente borracha tirando bombas de agua para celebrar el magno evento, fueron suficientes argumentos para hacerle entender a un grupo de extranjeros por qué lo que para el resto del mundo es un concurso más, para los colombianos es una especie de anestesia.