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12 de junio de 2008

Libertad y desorden

Si usted estaba buscando un sitio que le sirviera como after-work y al mismo tiempo para irse de levante, vaya a El Libertador Grand Bar. Quitarse la corbata o dejársela puesta ya es decisión suya.

Cuando un lugar abre sus puertas es común escuchar de él que "se trata de una
idea original, un concepto nuevo, un espacio diferente". Y a pesar de sonar a cliché, esta gastada definición se aplica al bar El Libertador, así suene ilógico escribir que la novedad de este sitio pasa por lo clásico. De entrada, el visitante se topa con una larga barra cuyos licores representan su temperamento alcohólico: whiskies como Glenfiddich o Jim Beam, vodkas como Grey Goose o Ketel One y rones como Flor de Caña o Zacapa, licores estos que junto a muchos más, seleccionados todos cuidadosamente, permiten consumir por shots de 2 onzas y así pasar de marca en marca —y de país en país— para que pruebe tragos que no se consiguen en ningún otro lado. En cuanto al ambiente, se puede definir como un lugar que nunca será "el bar de moda" porque fue diseñado para perdurar, por detalles como sus loveseats redondos, su decoración clásica y el agradable olor a madera del piso. Y si la música es una de las cosas más importantes de un buen lugar, aquí la garantía es la de escuchar la mejor posible, pues en El Libertador no trabajan DJ profesionales sino melómanos que, de acuerdo al momento, manipulan elegantemente los ritmos más sofisticados para que usted, ya en caliente, se dé cuenta de que, efectivamente, está en un bar original, novedoso y diferente.