18 de octubre de 2007

Maradona casi daña mis vacaciones

La doctora Bibiana Gonzales, responsable del tratamiento de rejuvenecimiento de piel al que Diego Armando Maradona se sometió en Colombia, escribe para SoHo lo que no supimos de su encuentro con el ídolo de fútbol.

Por: Bibiana González M.D.
| Foto: Bibiana González M.D.


Por fin habían llegado mis anheladas vacaciones. Sin embargo, cuando empacaba mi maleta entró una llamada que cambiaría mis planes. Maradona (sí, el ídolo del fútbol) estaba en Colombia y en mis manos estaría realizarle el Thermage, un tratamiento de rejuvenecimiento facial. Pensé en mi novio y en lo que le iba a decir después de haber jodido tanto con la benditas vacaciones… pero ¡era Maradona!, cualquier hombre en el mundo lo entendería.

Acordamos su llegada a la clínica a las diez de la noche para realizarle la valoración médica y hacerle el plan de tratamiento. Me llené de ilusión al saber que iba a conocer al diez del mundo, un sueño hecho realidad para cualquier hincha. Quería verlo y, obviamente, atenderlo como una profesional en medicina estética.

A altas horas de la noche, todo un equipo médico esperaba al ídolo. Lo anunciaron y por fin llegó. Entró en medio de varios acompañantes. Ahí estaba él. Un poco más bajo de lo que pensé, menos gordo de lo que se cree y más amable de lo que se ve. Después de saludar aquí y allá, empezamos a trabajar. Uno de los procedimientos recomendados fue el Thermage, tratamiento no quirúrgico, seguro y efectivo, que le permitiría rejuvenecer su rostro, disminuir papada y redefinir el contorno de su cara, sin cicatrices ni incapacidad ni riesgos. También le interesaba disminuir esos pequeños cúmulos de grasa que persistían después de la pérdida de peso que logró con el bypass, para lo que se le realizaría el Ultrashape Advanced y el Lipomassage.

Empecé a prepararme para realizarle el tratamiento, de la mano de Dios —por supuesto—, pues los ídolos suelen ser más exigentes e inconformes. Tratamos de entablar conversación, pero che, al principio Maradona resultó poco comunicativo, no sabíamos si por el efecto del sedante o simplemente por ser un hombre de pocas palabras.

Y manos a la obra, empezamos el tratamiento. Maradona solo asentía con nuestras afirmaciones. El sentimiento de orgullo de estar allí era inmenso y hasta sus monosílabos eran un gran estímulo. Lentamente todo fue más ameno, el tiempo se fue diluyendo, como casi todos los buenos momentos, entre comentarios graciosos e inquietudes por conocer un poco más al astro del fútbol. Hablamos de vinos, restaurantes, del gran amor por sus hijas y finalizó, como cualquier amante del fútbol, hablando de técnicos, de selecciones y, por supuesto, del Boca.

Aunque la orden era clara y ninguno debía molestarlo pidiendo autógrafos, era imposible evitar la tentación. A mi alrededor todo el equipo de trabajo se había preparado para obtener algún tipo de recuerdo. Como nuestro anestesiólogo, el doctor Hernando Torres, que llegó con una maleta un poco grande, que a todos causó curiosidad. Al finalizar el tratamiento la abrió y, ¡oh sorpresa!, tenía tres balones: uno para mí, otro para un amigo cercano de la clínica y el otro para él. Ahora que lo pienso, nos hicieron falta muchos balones.

Después de tanta espera e incertidumbre era el momento oportuno para las fotos, los autógrafos y, claro, la dedicatoria. El milagrito se nos hizo, Maradona, satisfecho con los resultados del tratamiento —aclaro, que inmediatamente después del tratamiento se ve solo un 20% a un 30% de mejoría, ya que el 100% de los resultados se obtiene en seis meses—, se tomó fotos con nosotros y firmó los balones como muestra de agradecimiento. Al despedirnos, todo el equipo y el colado de mi novio conseguimos la firmita y la fotico que vale oro.

Ahora pienso que ese "dios" del fútbol muchas veces criticado, es una gran persona, amable y sonriente. Es un hombre de extremos, unas veces callado y otras hablador, un ser humano que se preocupa por lucir y permanecer joven, como él mismo lo dijo: "En una charla de amigos, todos nos jactamos de jugar 90 minutos, cuando quizás tuvimos aire solo para quince minutos o, lo peor, vimos el partido desde la banca".

Después de los tres días, en los que tuvimos el gusto de tener en nuestras instalaciones a uno de los grandes futbolistas de la historia, todos quedamos felices. Con esta experiencia pude comprobar una vez más que el fútbol, más que las mujeres, es la principal pasión de los hombres. Y se ponen más nerviosos y ansiosos al ver a un famoso ex futbolista que a la mujer más mamacita de Colombia.

Además, después de ver en la sala de la casa de mi novio el balón firmado y la foto con Maradona como adorno, puedo afirmar sin temor a equivocarme, que no le importó interrumpir nuestras anheladas vacaciones y que cuando habla de mí, disfruta contándoles a sus amigos que yo rejuvenecí a uno de sus más grandes ídolos. ¡Maradona, sos grande, che, sos el Diez!