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13 de julio de 2006

Cómo es casarse...

Mi ex mujer

Nos casamos en el juzgado décimo civil municipal y, así como nos casamos, nos divorciamos a los siete años.

Por: Enrique Ordóñez

Nos casamos en el juzgado décimo civil municipal y, así como nos casamos, nos divorciamos a los siete años. Civilizadamente, sin peleas de visitas, bienes ni alimentos y con todas las de la ley. Esta vez ya no en aquel juzgado, sino en la Notaría Primera y con el ingrediente adicional de ser los primeros en hacerlo por medio de escritura pública, lo que además de ser un precedente sin importancia, resultó un complique total pues el notario jamás había tratado ese tipo de asuntos. Uno siempre se casa muy temprano, pero obvio, era demasiado rápido: tenía solo como 23 o 24 años y no había vivido nada.

De la misma forma como nos dividimos los bienes debimos dividirnos los espacios y los amigos. Ella con los suyos y yo con los míos. A veces coincidíamos, pero intentábamos evitarlo. Nos veíamos para hablar sobre nuestro hijo quien, como suele ocurrir, sufrió con nuestra separación, pero llegó también a disfrutar de tener dos casas y de vivir a su antojo un tiempo con Margarita y otro conmigo. En esos diez años de divorciados cada quien tuvo sus cuentos. Eso lo sabíamos.

Una noche, nos encontramos en una fiesta y entre copa y copa terminamos teniendo nuestro cuento, diez años más añejos. No fue algo racional. El matrimonio no lo puede ser. Estábamos locos la primera vez y lo estuvimos al repetir. Si casarse ya es una vaina traída de los cabellos y un error para muchos, casarse de nuevo es imperdonable, mucho peor es hacerlo con la misma, aunque creo que fue con otra pues en tanto tiempo los dos ya éramos muy distintos (yo con unos kilitos de más y ella con unas canas que le sientan muy bien y que lleva hoy con orgullo).

Esta vez tuve que pedirle la mano de Margarita a mi hijo. Al principio pensó que éramos unos pendejos, lo habíamos hecho sufrir mucho con el divorcio y ahora veníamos como adolescentes enamorados a decir que nos casábamos de nuevo. Cuando estuvo en la ceremonia supo que la vaina iba en serio y se emocionó, así ya no tuviera dos casas que turnarse para huir del uno o del otro. Ya llevamos trece años de casados por segunda vez y aunque digan que la tercera es la vencida, espero no tener que volver a repetir.

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