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18 de noviembre de 2008

Mi papá y yo

Estamos convencidos de ello: se estaban demorando en entregarle a Bernardo Hoyos el Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra. En este texto, su hijo describe algunos rituales de la cotidianidad del más importante de los periodistas culturales del país.

Por: Juan Sebastián Hoyos
Bernardo Hoyos, un hombre de viajes, de lecturas y de radio. Toda una vida dedicada al periodismo cultural. | Foto: Juan Sebastián Hoyos

1. Todos los días debe haber vino en la mesa de mi papá. Por lo tanto, cualquier pretexto es válido para celebrar. Así, bebe cobijado por las razones más rebuscadas del mundo: porque en Nápoles hay ladrones de cuadros religiosos renacentistas, porque el húngaro es un idioma muy bello o porque los Duques de Borgoña fueron cuatro y no cinco. De otro lado, cuando le sirven un vaso de vino módico, se irrita y lo equipara con los "copines de vino que sirven en las ceremonias de primera comunión".

2. Uno de sus temas predilectos es la salud. En ese sentido, magnifica sus dolores y se preocupa de manera exagerada. Recuerdo que hace unos años se cayó de una pequeña tarima. Por fortuna no le pasó nada, pero el accidente fue tema de conversación durante semanas. Tuvo entonces que ir al lugar de los hechos a reconstruir el suceso para "exorcizarlo", porque la sola idea de pensar que se pudo haber descalabrado lo atormentaba constantemente en las noches. ?

3. Lee todos los días, hasta la una de la mañana. Los fines de semana lee entre 12 y 14 horas. Lo hace en el estudio de su casa con una lupa que consiguió por azar —si es que aquello existe— hace veinte años y que cuida como su tesoro más precioso: hace poco se sentó sobre ella y dio un alarido. Lee con lentitud, y eso es de por sí milagroso. Devora revistas y periódicos para estar informado, entre ellas The New Yorker y The New York Times Review of Books. Los fines de semana se dedica a la literatura. Le gustan los ensayos y las biografías. En estos momentos está leyendo las Memorias de ultratumba, de Chateaubriand. Pero en su vida también hay espacio para lo banal. Hojea con deleite la revista Vanity Fair y goza mucho con la moda italiana y los vestidos de la familia Agnelli.   

4. Se alimenta del escritor Marcel Proust. Todos los días lo lee en francés, en inglés, en italiano y en español. Compró hace poco su obra leída en 110 discos compactos. Más que un gusto, pareciera ser una forma de vida.

5. Camina todos los días desde que era niño. Cuando vivía en Londres, caminaba casi ocho horas diarias durante los fines de semana. Hoy en día, lo hace en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Últimamente, ha decidido caminar dentro de la casa. Se pasea de su cuarto a la sala y de la sala a su cuarto. Lo hace con seriedad y dedicación y pide que no le pasen el teléfono si lo llaman porque está "muy ocupado". 

6. La comodidad es esencial en su vida. Por eso no se pone corbata casi nunca. Prefiere los pantalones de pana y las chaquetas informales. A eso de las seis de la tarde, cuando llega a la casa, se pone la piyama y un saco de lana. Considera que una corbata tejida de color negro es todo lo que se necesita en el vestuario y atiende a sus visitas en pantuflas.

7. Oye música y radio las 24 horas. En temas de radio, escucha la emisora de La Tadeo —la monitorea constantemente— y Radio 3 de la BBC, que logra captar por internet. Ya casi no oye jazz a pesar de tener una de las mejores colecciones de Duke Ellington. Siempre hay espacio para Bach (las Cantatas) y Debussy. Beethoven está reservado para ocasiones especiales, en especial sus Cuartetos. La música medieval es indispensable: Machaut, Duffay y Josquin des Prés. Esto es así porque la Edad Media es, me atrevería a decir, la medida de sus cosas: todo en su vida tiene que ser medieval.

Ilustro esta apreciación con una anécdota. Mi papá tuvo una novia inglesa cuando vivía en Londres y decidió terminar la relación. Ella no entendió el porqué. Por eso, luego de tres semanas, lo invitó a tomarse una cerveza y le dijo lo siguiente: "Bernardo, ya sé por qué no quieres estar conmigo. Finalmente, me he dado cuenta de que I‘m not medieval enough for you".

8. Ve más de lo que ustedes piensan: quiero decir, es medieval pero no vive en la penumbra. Mi mamá, por ejemplo, siempre ha sostenido que mi papá ve solo lo que le conviene. Esta tesis ha sido compartida por algunos amigos cercanos. Por eso, cuando vamos por la calle y mi papá pierde sus ojos en alguna mujer que él tilda de "troza", mi mamá le dice: "¿Ah, pero es que sí ves, no?". Entonces mi papá replica, con Quevedo, "yo no veo nada, pero sí veo un buen culo". .

9. Sus días son alegres. Goza como un niño con lo que le gusta. Está rodeado de gente que lo admira y lo quiere. La música y el arte —olvidé mencionar la pintura de Matisse y de Piero della Francesca— son fuentes de experiencias interiores profundas. Tiene amigos maravillosos como el maestro Angulo, Iván Amaya, Horacio Jaramillo, Gabriel Jaime Arango o Francisco Barragán, con quienes se reúne todos los sábados a ver documentales. Vive con una esposa que le patrocina todo aquello que lo hace feliz y que se gana la vida haciendo pasapalos y tentempiés, que a la postre él nunca come por sus problemas de reflujo. Y tiene un hijo optimista que escribe artículos flojos con el fin de hacerle elogios repetidos. En pocas palabras, un hijo que no es medieval enough para el padre tan maravilloso que tiene, y que se llama como se llama gracias a que Bach fue bautizado Juan Sebastián y no Tulio Filiberto. Bendito sea el Señor.