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21 de julio de 2010

Testimonios

Odio a Pamela Anderson

La aldea global encontró un tema para entusiasmarse: la rubia Pamela Anderson, conocida por sus senos aerostáticos, ¡decidió retirarse los implantes! En la degradación noticiosa que vivimos, el tema fue tratado como si se hablara de enderezar la Torre de Pisa.

Por: Juan Villoro
Ilustración Luis Carlos Cifuentes/ Fotografía: Ignacio Umaña | Foto: Juan Villoro

La aldea global encontró un tema para entusiasmarse: la rubia Pamela Anderson, conocida por sus senos aerostáticos, ¡decidió retirarse los implantes! En la degradación noticiosa que vivimos, el tema fue tratado como si se hablara de enderezar la Torre de Pisa. Ciertos monumentos poseen un defecto venturoso y despiertan el afán de preservación. Sin embargo, antes de que se formara la Liga de Defensa de los Senos talla 36D, la actriz se sometió al bisturí del cirujano.

Pamela ha estelarizado Guardianes de la Bahía, la serie que hizo de la trama un pretexto para el bronceado, numerosas páginas de Playboy y un video casero en el que copula con su marido, el multitatuado rockero Tommy Lee (la piratería, o el insano deseo de promoción, llevó el video a internet). El romance de Pamela con el baterista de Mötley Crüe fue seguido con avidez por los internistas de la prensa: en los buenos momentos Tommy Lee jugaba voleibol de playa en el cuerpo de Pamela; en los malos, percutía en su rostro con frenesí de heavy metal. La pareja se separó por maltrato físico (seguramente, la música de Mötley Crüe sirvió de argumento legal). Una vez libre, la actriz buscó el escalpelo de un cirujano. Más allá del masoquismo que significa reproducir bajo anestesia los tormentos de su relación matrimonial, el hecho despertó numerosas dudas. La primera de ellas es: ¡¿por qué carajos sabemos todo esto

! Contengamos el aliento durante unos segundos de relajación yogui. Ahora aproximemos la pregunta con serena audacia: ¿por qué sabes eso tú? ¿En qué te has convertido para estar al tanto de las aventuras fisiológicas de una mujer que ni conoces ni admiras ni te interesa? ¿Acaso el morbo es como el jamón serrano y no hace falta apetito para consumirlo? Llega el momento de otra pausa: tampoco te adornes; Pamela no será tu tipo, pero no eres indiferente a esa sexualidad empaquetada con tanta deliberación. Quizá te atrae más la gestualidad, de una seductora redundancia, que el cuerpo del que dimana. Es posible que seas así de esnob o metafísico. Quizá te atrae su descaro de princesa guarra. Es tu parte vulgar o católica, que asocia el placer con el envilecimiento. Quizá te atrae "de reojo", como una pantera que pasa tras las rejas del zoológico, un cuerpo turgente apenas atisbado en quioscos, andenes y pantallas de la ciudad. Es tu inofensivo erotismo peatonal. Fin del autoanálisis: Pamela tiene algo. Hay que aceptarlo: a 30 metros de distancia, reconoces su fotografía mejor que a la mayoría de tus familiares.

Y sin embargo, no has hecho nada concreto para merecer su presencia. La cultura de masas la ha implantado en tu cerebro, ese dudoso parque de atracciones, sin que conozcas sus actividades (los previsibles videos de aeróbicos, los pósteres donde lo "erótico" se simboliza con la piel cubierta de gotitas de agua, las películas de lógica irreprochable en las que conduce un tráiler en llamas y se recupera de las fatigas del camino cambiándose muchas veces de ropa). No importa; las celebridades —la gente famosa por ser famosa— carecen de currículum; lo decisivo son las historias laterales que circulan en torno a su reputación. Pamela es insoslayable; una voraz subindustria la ha colocado en suficientes rincones del planeta. La bañista de alto rating es un ícono neumático: como el Hombre Michelín, siempre parece recién inflada.

Los noticieros pasan de un bombardeo en Belgrado al proceso deflacionario de Pamela como si se tratara de sucesos de trascendencia paralela. Por desgracia, en nuestra enferma comunidad no basta conocer cosas que apenas nos interesan, hay que tomar partido al respecto. En otras palabras: ¿está usted a favor de los nuevos (antiguos) senos de Pamela?

Ya sabemos que abril es el mes más cruel; en su edición de 1999, se convirtió en el mes de las disyuntivas: Milosevic o la OTAN, Pepsi o Coca, Pamela I o Pamela II.

Corren tiempos en los que el pensamiento reductor parece valiente y comprometido: decide tu bando o pasarás al plancton de los indiferentes.

El catálogo de exclusiones con que nos abruma la modernidad tiene su antídoto en la duda, el matiz, la perturbadora reconciliación de los opuestos. No hay tema pequeño para ello, incluido el de este artículo, que tanto se presta a la cruel lógica binaria. Repitamos la pregunta: ¿está usted a favor de los nuevos (antiguos) senos de Pamela? La respuesta es obvia: sí y no.

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