17 de noviembre de 2009
Testimonios
Qué se siente...Prestar el servicio militar
Prestar el servicio militar: Diego Garzón cuenta qué se siente
Por: Diego GarzónTodo comienza con una bajada de pantalones delante de 20 compañeros del colegio y, claro, una cogida de huevas por parte de un señor que se toma todo su tiempo para masajear lo que quiera. Y desde ahí, todo pinta mal. Si uno tiene una cosa que se llama varicocele, que es una hinchazón de las venas de los testículos, contradictoriamente es una buena noticia pues es la salvación para no ir al ejército. Después de la cogida de huevas nos pasan a las balotas. "¿Otra vez las balotas?", pregunta uno despistado. Pero no, son balotas de verdad: una blanca, lo salva; la roja es para irse en diciembre; la verde, para irse en abril. Al menos así me tocó en el año 1991 y con balota roja me llevaron al Batallón Guardia Presidencial. Por ser bachiller, un año. Los que no son bachilleres se van año y medio o hasta dos.
La primera gran sorpresa es ver la gran diferencia que hace el pelo. Cuando llegamos al batallón, éramos por ahí 200 monos, pelinegros, pelirrojos, mechudos, no tan mechudos, y en cuestión de una "chuler" (así le dicen en el ejército a la peluqueada) esos mismos 200 quedamos igualiticos. No había diferencia, todos calvos caminando unos detrás de otros. Me tomó varios días empezar a reconocer a mis amigos del colegio. Sobra decir que no se sabía cuál de nosotros era el más feo. A veces me los encontraba hablando de baño tapado a baño tapado (entenderán, 200 personas usando unos diez inodoros más o menos), o en las duchas, después de salir corriendo del alojamiento semiempelotos, todos con el afán para adelantarse y coger una desocupada. Algunos, para ganar tiempo, se lavaban los dientes en la ducha; otros por afán o por descuido no se los lavaban con crema dental sino con el brilla-metal (tienen un empaque parecido y se usaba para brillar la hebilla del cinturón); y otros, para no amargarse la vida, no se bañaban nunca.
En el ejército todo es de afán y entre más se incomode al soldado, mejor (aunque por lógica debería estar descansado para prestar guardia o "combatir bien"). ¿Para qué levantarse a las 4:30 de la mañana? ¿Para qué el baño con agua fría
¿Para qué tenernos bostezando y mamados todo el día? No tengo la respuesta. A las 5:00 de la mañana uno ya se bañó, tendió la cama (se duerme en catres de a dos), limpió el piso del alojamiento (donde descansan más de cien soldados), ya desayunó huevo tibio y chocolate, y todo esto a las carreras, pero, ¿para qué? ¿Para ver el amanecer? Solo hasta las 6:30 de la mañana hay una "relación" (así se llama), que es una formación en la plaza de armas. Es como una sesión solemne del colegio pero con un coronel enfrente.
Además del permanente afán hasta para comer, pues siempre están contabilizando el tiempo, en el ejército todo es gritando: "!Cuento hasta diez para que se coma ese pedazo de carne, 1,2,3…!" Y toca atragantarse porque sí. Hasta para lo más estúpido se necesita gritar. Si uno tiene ganas de estornudar hay que ponerse "firmes" (cuerpo recto, pies juntos, manos a los lados, descolgadas, pero pegadas a las piernas, cabeza levantada) y gritar a todo pulmón: "!Permiso para estornudar, mi capitán!". Y si el capitán dice que no, entonces toca hacer muecas y gestos impensables para que las ganas se pasen solas. También puede responder: "No le oigo, soldado", y volver a gritar porque si no, el castigo pueden ser 22 flexiones de pecho o 22 saltarines. ¿Por qué 22? Nadie sabe, todo es 22 en el ejército, no 20 ni 18 ni 25. Cuando le pregunté a un oficial por eso, me respondió cagado de la risa: "Por la misma razón que hacemos cursos de inteligencia, porque los militares somos brutos".
Hay momentos en que el encierro empieza a producir efectos negativos y uno se ríe de cosas como que un sargento entre al alojamiento y grite "!soldados, salgan a comer!", a lo que algunos responden: "¿Todos?", una respuesta despectiva con el suboficial, quien, irritado, grita: "!Y su madre también!". Lo preocupante es que uno se ría de eso a pesar de que día a día pase la misma pendejada. Como producía risa que cuando a alguien que dejaban sin salida (el momento más añorado de la semana, pues era un día libre) le dijeran: "Soldado: lo mordió el pato". Eso, en otras palabras, quiere decir: "el mordisco del pato no duele pero emputa".
En el ejército la comida es abundante en harinas pero especialmente en arroz. También dan mucho frijol. El almuerzo es a las 12 del mediodía y la comida a las 4:30 de la tarde (los turnos de guardia comienzan a las 6:00 de la tarde). Todos los sábados nos daban un tamal de desayuno y ese era el momento esperado de la semana pues, a la vez, servía para llevar las cuentas: "!Estoy a 12 tamales de la mocha!". "La mocha" es salir del ejército, de la salida definitiva que es en lo que uno piensa desde el primer día. Todos los soldados en las garitas (así se llaman a los puestos de guardia) tienen esa mirada en el futuro, en la añoranza de la casa, de la comida de la mamá y del agua caliente. Bueno, y en otras cosas producto del encierro, pues en muchas garitas yo vi inscripciones en las paredes como "aquí te quise Margarita".
Lo que sí les aseguro es que como toda experiencia, algo se aprende de esto y muchos compañeros de mi contingente (como la promoción del colegio) piensan igual. Como también hay algo en común con todo ex soldado: el sueño recurrente de que toca volver a prestar servicio. Yo he vuelto unas 19 veces. Y justo ahí, al despertar, es cuando uno agradece con el alma saber que ya salió de eso.
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