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14 de julio de 2004

Que nunca me falte mi hermana

Desde que nacieron viven juntas pero solo se han visto la cara a través de un espejo. Ante la ley son dos personas diferentes y cada una tiene una cuenta bancaria propia, aunque estén soldadas por la cabeza y sus gustos y fobias sean diametralmente opuestos.

Por: Allen Bishop

Desde que nacieron viven juntas pero solo se han visto la cara a través de un espejo. Ante la ley son dos personas diferentes y cada una tiene una cuenta bancaria propia, aunque estén soldadas por la cabeza y sus gustos y fobias sean diametralmente opuestos. Por ejemplo, Lori disfruta ir de compras, cocinar -ella es la que hace el mercado- y es de carácter extrovertido. Reba, en cambio, es silenciosa y prefiere leer, escribir o cantar. Cada una dice llevar una vida por aparte aunque eso suene imposible a todas luces. ¿Cómo hablar de una existencia propia cuando no pueden vivir la una sin la otra, literalmente, cuando vinieron al mundo unidas por el lóbulo frontal y comparten el 30 por ciento de su tejido cerebral? Ellas afirman haberlo hecho. Eso me dijeron el día en que las conocí. Fue en Reading, Pensilvania, donde viven. Yo estaba por ese tiempo en Nueva Jersey y sabía de ellas por un documental que la cadena A&E transmitió en 1998. Por él me enteré de que estas dos hijas de granjeros de Filadelfia son las únicas siamesas craniopagas sobre la faz de la Tierra. Los siameses -el 70 por ciento de los casos conocidos pertenecen al sexo femenino- pueden estar unidos por el pecho, el torso, la espalda o incluso tener un único cuerpo y dos cabezas, o por uno de los lóbulos, como las Schapell. Su condición es tan complicada que los siameses de su clase mueren a los pocos días de nacer. Ellas, desafiando todos los pronósticos, cumplieron el pasado 13 de septiembre 40 años. De esa época data mi encuentro con ellas.
Hablo regularmente con una de mis primas que hace décadas vive en Reading (cuando vi el documental no se me ocurrió hacer la conexión), pero solo hasta hace un año me contó que cerca de su casa habitaba la pareja más extraña del mundo, dos seres que están condenados a no separarse por un solo instante. Estudié cine en NYU y fascinado por lo que me contó mi prima en un verano, decidí visitarla y pedirle el favor que me mostrara la casa de las Schapell. Quería filmar un pequeño corto sobre ellas. Esperé toda una tarde hasta que salieron y con mis propios ojos vi lo imposible: un cuerpo de talla normal unido por la cabeza a otro más pequeño, que era llevado en una especie de carrito. Confieso que no fui capaz de hablarles. Al otro día repetí mi guardia y con un vacío en el estómago las abordé en plena calle. Me presenté pero no revelé mi intención. Dije solo querer saludarlas y decirles que las admiraba, que sabía de ellas por la televisión. Charlamos durante diez minutos y para mi sorpresa sacié toda mi curiosidad sin cortarme. La confianza que me dieron lo hizo posible. Al despedirnos me fui con una idea confusa: en teoría, y como ellas mismas dijeron, sí llevan dos vidas diferentes. Asistieron desde los seis años a una escuela pública en su pueblo y después hicieron el bachillerato en un colegio en Georgetown. Según sus palabras, Reba terminó por adelantado el bachillerato (¿qué hacía mientras Lori seguía con sus estudios normalmente? No lo supe), hizo parte del equipo de baloncesto, se inscribió en la universidad para seguir medicina y cursó algunas materias antes de retirarse para ejercer su verdadera vocación: ser cantante. En 1997 ganó el LA Music Award, entregado a la mejor nueva artista country, y desde ese tiempo sale de gira con su banda, Little Country Band, por los Estados Unidos. Se ha presentado también en Alemania y Japón. Por su parte, Lori ha trabajado en la lavandería de un hospital -medio tiempo para respetar los horarios de su hermana- y sostuvo una relación amorosa por dos años en los que llevó una vida sexual activa pero no fructificó porque no quiso mudarse. No era una decisión que pudiera tomar sola. Esta ni ninguna en la vida, aunque las Schapell recreen la ilusión de cierta intimidad poniéndose una manta o un walkman cuando la otra realiza un acto que solo le incumbe a ella.
La última pregunta que les hice fue sí estarían dispuestas a someterse a una operación quirúrgica para separarse. Su respuesta fue contundente. Lori (que parece llevar la vocería: dirige el cuerpo doble y usualmente habla por las dos) me dijo: "Si nos separan es muy probable que una de las dos muera y en ese caso los problemas sicológicos que la tragedia produciría en la sobreviviente no serían nada comparables a los que la gente cree que hemos sufrido por ser siamesas. Nacimos unidas, no es una maldición para nosotras haber nacido así y queremos morir de igual manera. Somos inseparables".
Finalmente nunca hice el cortometraje. Ahora trabajo en un documental sobre una idea que nació después de mi encuentro con las Schapell, en el que espero responder ciertas preguntas sobre el órgano más complejo del hombre, preguntas como, por ejemplo, cómo se estructuran los recuerdos, cómo se forma la memoria, se distribuyen las funciones cerebrales y se originan los sueños de dos personas que comparten 30 por ciento de su masa cerebral.