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10 de agosto de 2011

Testimonios

Los primeros 100 días de... un viudo

Tras la muerte de su esposa, Gloria Valencia de Castaño, su esposo Álvaro Castaño compartió con Revista Soho sus primeros 100 días como viudo.

Por: Álvaro Castaño Castillo
Fotografía Archivo Semana

Ya en la Capilla del Gimnasio Moderno, el día 25 de marzo de este año, durante las exequias de Gloria y mientras me envolvía la música de Mozart, pedí fervientemente a Dios que me ayudara a afrontar con dignidad la ausencia definitiva de quien había sido mi compañera incesante durante 64 años de matrimonio.

Desde el momento mismo de su fallecimiento, el día 24 a las 6:30 de la tarde, sentí la necesidad desesperada de escuchar su voz. Pero su voz de siempre, la voz con que me dijo que me amaba, redonda y terminante, que aplastara ese hilillo de voz exangüe que le escuché en sus últimos días, en sus últimas horas cuando estaba ya más cerca de la muerte que de la vida.

Cuando me reincorporé a mi oficina de la Emisora HJCK el viernes primero de abril, lo primero que hice fue llamar a Guillermo Aza, quien maneja nuestro Archivo de Voces, y le dije: “He decidido lanzar en la próxima Feria del Libro que se inaugura dentro de un mes, el 4 de mayo, un disco que presente la voz de Gloria en unas cuantas entrevistas a los grandes autores que voy a escoger contigo. Cierra la puerta y que nadie nos interrumpa”. Pocos minutos después continué diciéndole a Guillermo: “¿Recuerdas aquel diálogo de Gloria con Eduardo Carranza que hemos guardado desde hace tiempos sin encontrar el momento de publicarlo? Pues ese momento ha llegado”. “Sí —contestó Guillermo—, aquí está. En efecto, nunca lo hemos transmitido”. 

Yo recordaba que ella había invitado a Eduardo Carranza a hablar del niño que fue y trataba de reconstruir las respuestas del poeta. Trémulo, como si entrara en un templo, comencé a escuchar la voz de Gloria. Cerré los ojos y me dispuse a oírla: 

“Cuando yo leo a Eduardo, cuando hojeo su última obra como esta, cuando repaso, por ejemplo, los poemas que él grabó para el disco de la HJCK, hace ya bastantes años, me tropiezo con poemas en los que salta el niño, en los que salta la infancia de Eduardo.

”En el disco de la HJCK me encuentro el retrato de la madre en un balcón, luego acá, me encuentro un niño distinto y otro más; en cualquiera de los libros, siempre está el niño. ¿Por qué no hablamos de eso, Eduardo?". 

Gloria había logrado tocar esa fibra secreta donde Carranza guardaba sus recuerdos de infancia. Tenía una destreza incomparable para seducir a sus entrevistados, invitándolos a descubrir su intimidad. Yo lo sabía muy bien pero no recordaba con precisión cómo había iniciado con Carranza esa labor de taumaturga. Carranza, sensitivo, le abrió su deslumbrante alma de poeta: “Yo creo, he creído siempre, que somos desde siempre y para siempre el niño que fuimos. La infancia pertenece como el núcleo esencial de nuestra persona. Un núcleo de ternura, de ilusión, de ensueño, de poesía, un núcleo irrenunciable. Si renunciamos a la infancia es renunciar al pasado, renunciar a la nostalgia, renunciar a la ternura y renunciar a la poesía. Es esa lontananza azul de la infancia, lo que nos ayuda a vivir, es decir a morir”.

Carranza le habló de aquel niño distante como si el tiempo se hubiera detenido. Mis primeras lágrimas cegaron mis ojos y la voz de Gloria me invadió totalmente como yo lo temía y lo ansiaba.

Carranza estaba ya entregado. Gloria, triunfadora, lo sacó muy suavemente de su infancia y lo hizo hablar de la poesía-poesía, de la de él, de la de Valencia, Silva, Pombo, Julio Flórez y Barba Jacob. Eduardo nunca había hablado a nadie con tanta intimidad.

Comprendí que la voz de Gloria sería para siempre mi defensa y mi compañía y bendije a Dios por haber escogido una profesión que me ha permitido ser un recolector de voces, un pastor de voces y amé profundamente esta Emisora HJCK que me permite esa tarea y recordé el momento en que decidí construirla en aquel diálogo en 1950 con Gonzalo Rueda en los prados de la Hacienda Santa Ana. 

Las lágrimas seguían resbalando por mis mejillas y seguía dando gracias a Dios por no haberme permitido ocupación distinta de ser un radiodifusor.

Milagrosamente, la empresa Legis me llamó al otro día para decirme que deseaba lanzar en la Feria del Libro la voz de Gloria en una serie de entrevistas. Siguió luego una serie de homenajes estremecedores que exaltaban la acción de Gloria como naturalista, entre ellos el de Amway, que me entregó un busto en miniatura de Gloria y un precioso video, en el cual hablaron su gerente, el doctor Miguel Francisco Arizmendi, los exministros del Medio Ambiente Manuel Rodríguez Becerra y Juan Lozano, Julio Carrizosa, presidente del jurado, mi hija Pilar y yo. Y desde luego, Gloria en la plenitud de su elocuencia y de su belleza. Pocos días después llevé ese mismo video a Carmen de Apicalá para ilustrar el homenaje que allí le rindieron los vecinos de nuestra finca El Totumo, la Fundación de Amigos de Carmen de Apicalá y los representantes de la Asamblea del Tolima que me entregaron un pergamino.

Dentro de estos mismos cien días me llegó el Decreto 877, firmado por el presidente de la República, Juan Manuel Santos, y por la ministra de Cultura, Mariana Garcés Córdoba, que “Honra la memoria de Gloria Valencia de Castaño”. Los días pasan y continúo recibiendo toda suerte de mensajes dentro de los cuales quiero destacar el que me envío mi vieja amiga Amparo Sinisterra de Carvajal, que dice: “El cielo está de fiesta porque le ha llegado Gloria Valencia”.

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