1 de agosto de 2013

Testimonios

Yo viajé en la suite de Singapore Airlines

Todo el mundo ha tenido, al menos una vez en su vida, una experiencia que vale la pena contar mil veces.

Por: Gabriel Leigh
Si se juntan dos suites, la cama se puede volver doble. Además, hay pantalla plana de 23 pulgadas y puertas para aislarse totalmente.

La mía es clara: yo tuve el placer de volar en la suite de Singapore Airlines, el puesto de avión comercial más exclusivo que existe. Fue en un viaje entre Hong Kong y San Francisco, que dura doce horas y cuesta alrededor de 12.000 dólares, aproximadamente 23 millones de pesos colombianos. El precio suena absurdo, sí, pero vale cada centavo.

La razón por la que lo hice es una mezcla de situaciones: soy periodista, documentalista, y además de que me gusta acumular millas, hice un documental sobre las personas que lo hacen y tengo una página sobre el tema (https://altimetr.com/). En ese momento, transferí mis millas de American Express a Singapore Airlines para probar las suites en carne propia.

Estar en una de ellas es como volar en un avión privado, pues la suite es espaciosa y completamente aislada: si uno no quiere ver a nadie, no tiene por qué hacerlo, pues tiene paredes y puertas. Adentro hay una televisión con pantalla plana de 23 pulgadas y asientos de cuero café, muy amplios y cómodos. Uno encuentra, además, una cama que sale de la pared. Y no es que el asiento se convierta en cama, son dos muebles diferentes. Pero tal vez lo mejor de todo es que de las doce suites que hay en el avión (en el que caben unas 470 personas), las que están ubicadas en la mitad del pasillo tienen la opción de juntarse, de manera que si uno viaja acompañado puede convertir su puesto en un supercuarto con cama doble. Es como estar en una habitación de hotel cinco estrellas, mucho más chiquito, ¡pero en el aire!

Los baños, que por lo general son lo peor de los aviones, en este caso son buenos. Nada del otro mundo, pero definitivamente más cómodos que los de clase turista, pues son mucho más amplios y limpios, que no es poco dado el estado en el que termina un baño de avión común, compartido por decenas de personas, después de un vuelo de doce horas. Estos tienen espejo e inodoro grandes, están muy bien iluminados y adentro hay kits de jabones y cremas para manos con olores deliciosos de marcas elegantísimas.

En cuanto a la comida, la aerolínea ofrece un servicio que se llama Book the Cook, que le permite al pasajero decidir cuáles platos va a comer, incluso antes de subirse al avión. El menú está a cargo de un panel de chefs de talla mundial, varios de ellos con restaurantes con más de una estrella Michelin, como Carlo Charco, de Italia, o Georges Blanc, de Francia.

Las opciones de comida son muy variadas y la carta incluye los mejores platos asiáticos y occidentales. Hay, por ejemplo, langosta thermidor, sushi, curri verde tailandés, ternera a la parrilla. Recuerdo que, de entrada, pedí un satay, que estaba delicioso, y de desayuno, unos noodles picantes, mientras atrás comían pasta o pollo o sánduches medio insípidos, me imagino.

En la suite lo reciben a uno con champaña, que puede ser Dom Perignon o Krüg, dos de las más costosas del mundo. También cuentan con una selección de vinos finísimos escogida especialmente para la aerolínea por un grupo de expertos en el tema. Pero si uno quiere otra cosa, puede pedir lo que se le ocurra: whisky, vodka, ron o cocteles de la casa. Hay uno que se llama Silver Kris Sling, que es una mezcla de ginebra, Cointreau, champaña y jugos de naranja y de piña, buenísimo.

Singapore Airlines también da un kit lleno de productos Kiehl’s, una marca de cosméticos estadounidense muy reconocida, que incluye crema para manos, jabón, limpiador facial y bálsamo para los labios. Como si eso fuera poco, hay un set de piyamas comodísimas dispuesto para uno.

Muy profesionales los auxiliares de vuelo, aunque la verdad no sé cuántos eran. Eso sí, salían de todos lados. Según entiendo, solo los mejores llegan a atender las suites. Y están tan bien entrenados que es como si pudieran anticiparse a lo que uno quiere. Me pasó que, cada vez que despertaba y tenía hambre o sed, casualmente se acercaba alguien a preguntarme si necesitaba algo. Creo que es el mejor servicio que uno puede encontrar en el aire.

En resumidas cuentas, viajar en la suite de Singapore Airlines es un lujo y toda una experiencia. Si en clase ejecutiva usted recibe un buen servicio, en esta categoría premium usted puede obtener prácticamente lo que quiera: si quiere probar todos los postres, bienvenido; si quiere desayunar langosta, perfecto, ellos harán lo que sea para que se sienta cómodo. Y usted lo estará a tal punto que lo último que va a querer es que el avión llegue a su destino.

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