Home

/

Historias

/

Artículo

10 de junio de 2003

Un humorista pide visa a España

Por: Julián Arango

Siempre pensé que el infierno era un sitio lleno de mimos (no precisamente caricias), donde las alarmas se vivían saltando solas y donde uno tenía que ir a la dentistería tres veces al día, pero no, la vida se encargó de mostrarme lo que realmente es el infierno: un sitio lleno de tramitadores confianzudos, mentirosos, alcohólicos y depravados que le cascan a la mujer y que lo que más les gusta hacer en la vida es cola...
Por eso les recomiendo que se porten bien en la Tierra, que cuando estén deseando a la mujer del prójimo (que no sé por qué siempre está mejor que la de uno) reflexionen, o cuando estén a punto de matar a la muchacha del servicio porque le echó Griffin a los tenis viejos, respiren profundo; o cuando estén en el baño de Angie Cepeda y se les ocurra robarse los calzones que están colgados en la llave de la ducha, acuérdense; o cuando le estén diciendo a su novia que conocieron a Claudia Bahamón pero que se la imaginaban más bonita y que por eso ni le hablaron, no se les olvide que los mentirosos también se van para el infierno. Yo ya sé lo que es eso y no se lo recomiendo.

Por razones de trabajo me vi obligado a sacar de afán la visa española, y estoy seguro de que Colón sufrió menos viniendo a América. Podría escribir seis enciclopedias Salvat contando todas las gilipolladas que hay que hacer o dejar de hacer para poder ir a la madre patria que los parió. Es el típico cuento de "que ya os dije que tenéis que llevar los papeles al consulado", y en el consulado le dicen a uno "joder con estos sudacas, que es en la embajada", y eso que se lo repiten a uno con el ojo abierto y la fosa a reventar "en la em?ba-ja-da", y resulta que la embajada no abre hasta el lunes y nadie da respuesta, y nadie lo mira a uno a los ojos, y le para a uno más bolas Penélope Cruz después de ganarse un Óscar.

Conclusión: ir a España es imposible. A menos que usted salga en televisión, y todo el mundo sepa más de su vida que usted mismo y cualquier N. N. que uno no conoce le pregunte que cómo siguió de la pecueca o que si le siguió pegando a la mamá? O que si al fin se graduó de la Tadeo o del Poli, como me pasó con un tal Henry, con quien yo ‘supuestamente‘ había estudiado publicidad en la Tadeo.

Henry es boqueto, no de nacimiento sino de pelea, y es el típico colombiano que vive del "¿qué van a dar?" o del "¿qué va a gastar?", y en sus ratos libres dedica su vida a tramitarles a marranos como yo los papeles de la visa para España. Esto en solo dos días, sin que uno tenga que mover un dedo, ya que Henry, mi supuesto compañero de universidad, tiene residencia española y además es íntimo de la vicecónsul .

Yo, feliz, lo invité a tinto, nos fumamos un cigarrillo, hablamos de gente de la universidad que yo ni conocía, pero yo a todo le dije que sí, con tal de que me hiciera el favor y me ayudara con el infernal papeleo de la visa. Él, feliz, me dijo que para qué estaban los amigos si no para hacer favores.

Ya en confianza, Henry me preguntó que si Rudy Rodríguez era tan buena en persona y que de aquello qué?, que mucho de buenas en la vida chupetearme a ese tarrado, en fin, todas las barbaridades que le dice a uno la gente en la calle, sin saber de verdad, que todo lo que pasa en televisión es mentira y que los desnudos son muy profesionales y artísticos y que uno ve a las actrices empelotas y no se le pasa un mal pensamiento por la cabeza, que eso es parte del duro trabajo del actor y que uno está en función de que la escena salga bien y ya. Henry, con un confianzudo empujoncito, me dijo "ay, sí", y rió burlonamente.

Como al tercer tinto, Henry pidió media, y como yo de puro boyaco (léase conocedor de tierras) no me podía quedar sin conocer España, me quedé haciendo muy buena cara y chupando guaro. A la tercera media, Henry ya estaba copetón, por no decir mamón, y después de decirme que él me hacía el favor de sacarme la visa gratis, me invitó a su apartamento a que le conociera a la niña y a la señora, porque dizque a ellas les gustaba mucho como yo trabajo y que me admiraban, pero que él en cambio pensaba que yo era todo picado porque una vez me había visto en Bulevar y yo no había saludado a unas peladas amigas de él. Yo, con tal de ganarme a Henry y de poderme ir a España, le acepté la invitación al apartamento, llamé a mi novia y mientras le contaba para dónde iba, Henry, ‘mi amigo‘, me chiflaba y gritaba entre risas: "Dígale, dígale que nos vamos pa‘ donde las putas".

Llegamos al apartamento de milagro, porque a Henry en pleno Transmilenio le dio por empezar a gritar que el maricón de Betty la fea era amigo de él, y que en menos de dos días él, ‘mi amigo‘, me iba a conseguir la visa para España, cosa que ayudó a que yo no lo matara y me acordara por qué estaba con semejante crápula.

Ya en el apartamento, mi amigo me ofreció otro guaro. Nos lo tomamos y sin descanso me mostró el DVD que había comprado en sanandresito y me mostró cómo él, con un gancho de pelo, lo había vuelto multizona. Me mostró su colección privada de porno, y cuando yo tenía en mis manos Lujuria en la finca de mi‘amá, producción netamente colombiana, entró la esposa, una santandereana brava como ella sola, apodada por Henry "patico", mezcla de pantera, tigre y cocodrilo. Cuando yo ?tratando de que no se notara que estaba prendido? le estaba diciendo "Señora, es un honor", me dijo "Fuera de marica, ¡aberrado!", cogió a Henry del brazo, se lo llevó a la cocina y empezaron estos dos en una garrotera violenta. En el momento en que oí la primera cachetada, que estoy seguro fue de ella, apareció una niñita muy flaquita con los ojos saltones que se me tiró encima, me abrazó durísimo y empezó a llorar. Yo, desconcertado, sin saber qué hacer, cogí un buhito de una gran colección que había en una mesita muy rococó que estaba al lado de un bello flamingo disecado, y le empecé a jugar, pero fue peor el llanto. La situación mas patética no podía ser, por lo tanto salí corriendo.

En el taxi, ya enguayabado, me di cuenta de que yo no me podía quedar sin conocer el Santiago Bernabeu, ni sin gozarme la marcha, ni sin saborear uno de esos suculentos jamones, ni jamonas; por lo tanto esperé hasta el lunes, llevé todos los papeles y así haya tenido que hacer jijuemil vueltas, las hice feliz, pero al fin lo logré.