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2 de febrero de 2007

Yo vivo en la cuerda floja

Por: William Barrera
| Foto: William Barrera



La cuerda de acero es tan ancha como un dedo gordo y está templada a seis metros y medio de altura, más o menos al nivel de un tercer piso. Caerse de ella significa perder la vida o por lo menos romperse unas cuantas costillas. Un cuñado mío se resbaló, fue a dar al piso, se rompió una muñeca y se le desvió la cadera. Mi mujer se cayó del aro, otro número de equilibrismo a cuatro metros de altura, y se rompió las manos. Por eso prefiere no verme cuando estoy en la cuerda floja enfrentando el vértigo y la gravedad. Primero, asciendo por el cable con el pecho inclinado hacia delante como subiendo una pendiente hasta llegar a una de las bases que templan el alambre paralelo al piso. Paso corriendo y cruzo en tres segundos sus ocho metros de largo hasta llegar a la otra base. Vuelvo a la cuerda con el balancín, una vara que ayuda a mantener el equilibrio. Ahora lo hago despacio. A veces tambaleo y debo agacharme para recobrar el equilibrio. La gente grita. No tengo ningún arnés que evite la caída. A veces siento que caigo sin remedio. Extiendo los brazos y busco agarrarme con las manos del cable, doy una voltereta y vuelvo a caer en cuclillas sobre la cuerda. La otra forma de evitar caerme es flexionar las rodillas y armar una especie de gancho que se enrede en la cuerda. Por hacer eso tengo callos en las manos y llagas arriba de las pantorrillas. Bailo sobre el alambre, lo paso montado sobre una bicicleta sin neumáticos, me acuesto sobre él, lo cruzo con los ojos vendados, me siento sobre una silla justo en la mitad de la cuerda floja y hasta salto por encima de mi compañero de número cuando es él quien, boca arriba, se sostiene del cable con las nalgas. El estallido de un flash o que alguien cruce por debajo de la cuerda son suficientes para hacernos perder la concentración, pero en más de tres años que llevo trabajando en circos como el Rolex no he tenido un solo accidente. Y eso que paso más de dos horas y media al día en la cuerda floja jugándome la vida.