1 de julio de 2025
Gastronomía
El bar oculto en Chapinero donde la coctelería se convierte en experiencia sensorial
Tom Hydzik inaugura Petit Comité en Bogotá, un espacio íntimo que ya es destino obligado para quienes entienden el trago como una forma de expresión.
Por: Redacción SohoUn altillo, una barra y una idea clara: menos fórmula, más sorpresa. En el tercer piso de una casa antigua en Chapinero, donde la arquitectura inglesa convive con luz cálida y sonido Hi-Fi, nació un lugar llamado Petit Comité. Hay letreros llamativos ni multitudes esperando a entrar. En cambio, hay una barra que respira creatividad, una carta de cócteles que se transforma semana a semana y un ambiente que lo convierte en uno de los nuevos puntos de referencia para la vida nocturna en Bogotá.
La idea surgió casi por accidente, cuando Tom Hydzik, bartender con trayectoria ganada a fuerza de precisión líquida, encontró un altillo escondido y supo de inmediato que ahí debía montar algo diferente. No un bar más, sino un laboratorio vivo para explorar sabores, fermentaciones, y destilados colombianos. Un lugar que no sigue fórmulas, sino que las inventa.
Un diseño a escala cinematográfica
El espacio, de apenas 80 metros cuadrados, fue diseñado por Lucas Jaramillo e Isabel Monsalve, con identidad visual de Latitud Estudio y curaduría musical de Javier Cruz. El resultado: una experiencia visual y sonora que recuerda a las películas donde cada detalle tiene intención. Desde el cartel de neón que da la bienvenida hasta la iluminación teatral y el sonido envolvente, todo está pensado para acompañar el viaje del comensal.
Aunque físicamente podrían sentarse 35 personas, la dinámica del lugar invita a moverse, compartir, observar. Hasta 60 asistentes pueden convivir en la barra, en las salas o de pie, mientras la noche fluye entre tragos, vinilos y conversaciones. Aquí, el trago es tan importante como el contexto en el que se toma.
Cócteles con alma, sin dogmas
La carta inicial fue precisa: cinco cócteles de autor y cinco reinterpretaciones de clásicos. Pero hoy ya suma 16 opciones, con proyección máxima de 20. Cada creación responde a la temporada, a la inspiración del día y, sobre todo, a lo que los clientes buscan probar. Entre los más pedidos están el Compinche (mezcal, viche, flor de jamaica y sal picante) y el Negroni añejado, envejecido en roble y terminado con manteca de cacao del Pacífico.
Hydzik lo resume así: “Aquí no hay fórmulas rígidas. Los sabores cambian, se mezclan, se reinventan. Cada cóctel es una experiencia sensorial única”.
Petit Comité también le apuesta a los mocktails, y no como alternativa de segunda: hay destilados sin alcohol, kombuchas y siropes infusionados. En esta barra, los tragos sin licor tienen el mismo peso creativo que los demás. Para acompañar, dos snacks que honran el sabor local: chips de papa, yuca y plátano con suero costeño, y aceitunas marinadas con hierbas.
La propuesta de Petit Comité es clara: ofrecer una experiencia honesta, hecha a mano, donde cada elemento, desde el hielo hasta el soundtrack, cuenta. Para Tom Hydzik, este no es un bar más. Es el inicio de una etapa donde la coctelería se entiende como expresión personal, cultural y estética. Y aunque el lugar es pequeño, la ambición es grande: consolidar un destino creativo para locales y visitantes que buscan algo más que un trago.