23 de abril de 2013

Humor Derecha

Más vale Ricky Martin que Silvio

¿Conoce usted a alguna amiga que se quiera acostar con Silvio Rodríguez? ¿Sabe, en cambio, cuántas estarían dispuestas a “dárselo” a Ricky Martin, estando todas perfectamente conscientes de que el boricua preferiría entenderse con un hermano de las generosas señoritas?

Por: Gustavo Gómez


No más preguntas, señor juez. Aquí acaba el artículo y puedo pasar ya la cuenta de cobro a SoHo. Pero, en aras de que no se crea que en esta revista terminan justificando todo con sexo, expondré unos cuantos argumentos más. ¡Que nadie dude de que es mejor ser Ricky que Silvio!
Silvio, para empezar, no ha podido salir del clóset de la Revolución cubana que se hizo, entre otras, para que Fidel, Raúl, Silvio y Pablo (Milanés, no Catatumbo) pudieran asegurarse una vida muelle. El único amago de independencia de Silvio ha sido reaccionar a las críticas de Pablo sobre su país diciendo: “Coincido con Pablo en muchos de sus juicios críticos sobre la realidad cubana” y describiendo el lenguaje de Milanés como “desamorado” y carente de “compromiso afectivo”. Tarde se dio cuenta Milanés, consentido del régimen, y más tarde aún Rodríguez, de que Cuba encalló en las cuentas bancarias de los Castro. Prefiero mil veces al Ricky capitalista, repleto de lentejuelas y envuelto en camisas electrocromáticas, pero libre de ataduras ideológicas trasnochadas; al Ricky ajeno a la Revolución cubana y entregado a la revolución sexual, a vivir la vida, “loca”.
Ricky, si vamos a ser sinceros, no tiene que perder tiempo pensando y pensando: si no tiene ideas, paga canciones, y siempre habrá un Robi Draco Rosa para escribirle letras pegajosas que funcionan en todo el planeta. Silvio, por otra parte, debe enfrentarse en cada letra a su glorioso pasado, para superar poéticas criaturas mitológicas que depositan boñiga por el rabo de una nube… y si las letras no son buenas, dirán que está en decadencia (lo que no es un problema para Ricky, pues, haga lo que haga, los homófobos cavernarios y Alejandro Ordóñez siempre dirán que está en decadencia). ¡Cómo no va a ser un dolor de cabeza jugar siempre a ser inteligente para triunfar, frente a la apacible posibilidad de fracasar solo si se es demasiado inteligente!
Silvio nunca ha “prendido” una fiesta. Ni siquiera en las contadas ocasiones en que, en pleno plan de chimenea a ritmo de Oh, melancolía, un tizón salta de la hoguera y enciende el tapete, puede decirse que la “prendió”. En otras palabras: por bueno que la pasen los asistentes a una sesión nocturna de su repertorio, por más ron cubano que sirvan, por más humos aromáticos que inunden la habitación... pase lo que pase, nadie podrá decir al día siguiente cosas tan divertidamente lobas como “severa rumba”. 
Otro pájaro canta con Ricky, que puede avivar una junta de codirectores del Banco de la República, una cena romántica con Pimentel o una entrevista introspectiva de Marlon Becerra. Y lo hace con una sola canción. La verdad es que pueden ser muchas, pero todas suenan igual, como a mundial de fútbol, como a delicioso carnaval de Río producido en San Andresito de la 38.
A Silvio lo castran (los Blanco, blanquean; los Vera, veranean y los Castro…) si llega a cantar en inglés, mientras que Ricky canta libremente en inglés y en todos los idiomas que requieran la venta de un CD o la contratación de un concierto para la fiesta de 15 de la hija de un jeque.
Martin puede saludar de beso hasta al papa y no tiene un buen nombre que cuidar: después de que uno ha sido Menudo, ya nada da pena, ni siquiera ser comentarista de asuntos económicos de CNN en Español. Silvio, por otra parte, tiene que pasarse la vida entera cargando en hombros los orígenes de la nueva (ya bien vieja) trova cubana o el pasado impecable del Grupo de Experimentación Sonora de Leo Brouwer… y no puede, digamos, escribir y grabar un reggaetón inmundo y sucio, repleto de porquerías sexuales, con algún Jhon Jairo de Medellín. Ricky, estoy seguro, debe haber grabado ya por lo menos dos.
A no dudarlo: más “Ricky” vivir como Martin que como Rodríguez. Ahora, en el improbable caso de que Silvio se alce la bata, mande al infierno a los Castro (a donde podrían llegar muy pronto) y se decida a gozarse la vida. Podría buscar a Ricky en Miami y sería un placer verlos encerrados en un estudio entonando una bella y melancólica canción de Silvio perfecta para la ocasión: Mariko-san.

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