1 de agosto de 2013

Humor

La dicha de no salir con Paris Hilton

Solo diré una palabra: dinero.

Por: Santiago Roncagliolo
| Foto: Pedro Covo

La website chismográfica Zimbio atribuye a Paris Hilton 33 amantes, entre ellos, numerosas estrellas de rock, alguno que otro deportista de élite y dos herederos de imperios náuticos griegos. Por su parte, ella asegura haber amasado más de 1300 millones de dólares gracias a sus 35 tiendas, 17 líneas de productos, 14 fragancias, un equipo de carreras y un resort con su nombre en Filipinas. Así que la mejor razón para NO salir con ella es, simplemente, que no podría permitírmelo.

Ni siquiera me dejarían entrar en los bares donde esta mujer se entretiene. Pero si entrase, no podría pagar una bebida. Tendría que hipotecarme para invitarle a Paris una copa en una discoteca de Beverly Hills. Y ella ha tenido problemas legales por posesión de cocaína, así que es de esperar que muestre una capacidad para beber superior al promedio.

Ahora bien, digamos que lo logro. Imaginemos que escalo la muralla de billetes —y bonos y propiedades y acciones preferentes— que me separa de Paris Hilton y consigo ligar con ella. Aun así, los problemas no harían más que empezar.

Por ejemplo, el sexo. No funcionaría. Ni de broma. Llámenme loco, pero yo necesito un poco de intimidad. Y Paris no tiene de eso. Su novio Rick Salomon hizo público un video porno de los dos. Otro de los 33 amantes de la lista Zimbio, el actor Vincent Gallo, declaró en una entrevista que ella era “sexual”. Y Joe Francis, que es un reputado sátiro, aseguró en público que Paris era “mejor que nadie” en la cama.

¿Acostarme con ella? Estoy exhausto solo de imaginármela.

Y no es que te puedas permitir un fallo. Paris Hilton puede ser despiadada. De su exnovio Doug Reinhardt dijo que solo salía con ella para hacerse famoso. No quiero ni pensar lo que diría de un mal amante. De hecho, ni siquiera tendría que decirlo. Es Paris Hilton. Con seguridad, habría alguien filmando mi derrota, y unos 400 millones de personas dispuestas a celebrarla en internet.

Con tanta presión, no es fácil hacer un buen papel.

Pero digamos, una vez más, que lo hago. Al fin y al cabo, estoy fantaseando. Supongamos que, por algún milagro, la noche de mi cita con Paris Hilton llevo encima 5000 dólares y estoy sexualmente inspirado, y todo sale tan bien que comenzamos a salir juntos. Pues bien, eso solo significa más problemas.

Pasemos por alto el hecho de que salir con Paris lo pone a uno en la misma lista que Cristiano Ronaldo, el tipo más insoportable sobre el planeta Tierra. Ignorémoslo. Soy un tipo abierto y tolerante, y podría vivir con eso.

También estaría dispuesto a adaptarme a los valores de Paris (morales, no bursátiles) y a comprender su punto de vista. Estamos hablando de una chica cuya lección de vida más célebre es:

—Si vas a maquillar a un cerdo, busca un lápiz labial que combine con el cutis rosa.

Es duro, pero yo podría soportarlo.

Más grave sería lo del dinero. Ya no porque me falte, sino porque a ella le sobra. Demasiado. Personalmente, no sería capaz de verla llegar a casa con una pulsera de 100.000 dólares o alquilar un avión privado. Me pasaría el día quejándome y diciendo cosas como:

—¿Sabes a cuántos niños africanos podrías alimentar con lo que cuesta tu bolso inconsciente?

O:

—Por favor, ¿podemos comer un huevo frito con arroz? ¿Por favor?

Pero lo peor de todo sería competir contra mi rival más peligroso: su chihuahua Tinkerbell. Será una mascota, pero Tinkerbell luce accesorios de moda más caros que Michelle Obama. Y ha aparecido en público con Paris más que ningún hombre. Incluso ha sido su coestrella en un reality show de cinco temporadas. Paris escoge su ropita, a menudo a juego con la que se pone ella misma. Se rumorea que incluso colaboró en la redacción de sus memorias, The Tinkerbell Hilton Diaries.

Sí. El perro de Paris Hilton ha escrito un libro. Y estoy seguro de que ha vendido más que cualquiera de los míos. Esa ofensa contra mi ego haría inviable nuestra relación.

Así que, Paris, lo siento. No es culpa tuya. No eres tú, soy yo. No quiero hacerte daño. Te mereces a alguien mejor. Eso sí, podemos seguir siendo buenos amigos. Y cuando quieras, querida, tú y yo nos vamos a ver el fútbol en un bar y te invito a una cerveza y unas aceitunas. Es una experiencia que te fascinará.

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