16 de diciembre de 2009
La esencia
Hace un par de meses, por error me apliqué en las axilas desodorante para los pies. Se mantuvieron secas y no presentaron irritación
Por: Marcelo Birmajer
Decidí comenzar a utilizar indistintamente desodorante corporal o de pies para las axilas. Como nunca tengo nada importante de qué hablar, le comenté el detalle a mi amigo Lube, que es médico.
Primero bajó la vista y luego me miró preocupado.
— Creo que encontraste la esencia —dijo—. Pero, por favor, no continúes experimentando.
El modo en que pronunció la palabra "esencia" le daba a esta un matiz de cláusula secreta. Más que disuadirme, su advertencia me estimuló.
Al día siguiente, bajo la ducha, me lavé el cabello con espuma de afeitar. Me quedó mucho más suave que cuando lo hacía con champú.
Esa misma noche, como un alumno prodigio desafiando a su profesor, llamé a Lube y le conté lo sucedido.
Lube no me dio tiempo a cortar el teléfono: se lanzó a toda velocidad hacia mi casa. Lo escuché llegar en ambulancia, la había arrebatado al servicio de guardia del hospital donde trabaja.
Cuando le abrí, Lube se lanzó a revisar mi departamento como si yo guardara droga.
— ¿No te dije que abandonaras esos experimentos? —me retó—. ¿Alguien más sabe lo que has hecho? ¿Qué otras sustancias has pervertido?
— ¡Solo me lavé la cabeza con crema de afeitar! —dije—. Eso no es un delito.
— ¡Es mucho más que un delito! —replicó Lube—. Un delito, después de todo, es una infracción contra la ley. Lo que estás haciendo es destruir la ley directamente. Todo nuestro sistema de vida descansa en la idea de que cada cosmético posee una esencia propia. Si todos actuaran como vos, descubrirían la verdad: que el kétchup y el dentífrico son lo mismo. El sistema en su conjunto se derrumbaría. Dependemos de la ilusión.
— De acuerdo, Lube —concedí—. Te aseguro que no volveré a hacerlo. Me lavaré las manos con jabón de tocador, y el cuerpo con jabón líquido de ducha. Usaré antimicóticos para los dedos de los pies, y jarabe para la gripe. No transgrediré más las leyes de la esencia.
Lube se fue un poco más tranquilo, pero yo había soltado mi anterior parrafada con los dedos cruzados. Ni bien abandonó mi departamento corrí a buscar el dentífrico y lo utilicé para condimentar una hamburguesa: ¡exquisita! Luego me lavé los dientes con kétchup y me fui a dormir. Nunca había sentido la boca tan fresca.
Desperté en una celda. Un reflector me obligaba, al mismo tiempo, a abrir los ojos y mantenerlos entrecerrados. Escuché la voz de Lube a lo lejos declarar con pena:
— Hice todo lo que pude…
Fue reemplazado por los graznidos de un esbirro.
— ¿Para qué sirve el champú anticaspa? —preguntó.
— Para nada —respondí con insolencia.
Sentí un chorro de agua fría en el pelo y unas manos que, con violencia, me masajeaban el cuero cabelludo.
— ¿Para qué sirve el champú contra la caída del cabello? —insistió retóricamente, clavándome la luz en las pupilas, el esbirro.
— Es enjuague bucal —desafié.
Me alzaron las axilas y comenzaron a humedecerlas con lo que parecía la bolilla de un desodorante.
— El mundo no es caos —dijo otra voz, sosegada, que parecía pertenecer al cerebro de todo aquel operativo—. Hay un desodorante para las axilas y otro para los pies. El dentífrico es para lavarse los dientes, y el kétchup para las hamburguesas.
— ¡Mentira! —grité—. Todo sirve para todo. Todo forma parte de un ser supremo, intangible, llamado la Esencia. Iré más lejos: ¡utilizaré la crema de manos femenina como lubricante íntimo, no podrán detenerme!
En ese momento me aplicaron un gel para después de afeitar en la barbilla, y me desmayé.
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Desperté un día después, en mi departamento. Tenía un vago recuerdo de lo sucedido. En estos meses, pude reconstruir con cierta fidelidad los hechos, pero el impulso ya no lo recuperé. Algo me hicieron en el cerebro. Solo me lavo los dientes con dentífrico; si alguna vez me aplico desodorante para las axilas en los pies, luego me los lavo con terror, como si se me fueran a deshacer. Creo en el champú anticaspa, e incluso en uno que se atreve a burlarse de mí con esta leyenda: "detiene la migración capilar".
Pero muy al fondo de mi conciencia, en una región del cerebro que aún permanece desconocida, late un eco de rebelión: no creas en los prospectos, todo sirve para todo, es una misma esencia.