4 de abril de 2013

Opinión

No eres tú, soy yo

—Aló, ¿Linda? Hola, amor, soy yo. No sé por dónde comenzar. No es fácil. Estas palabras brotan de algún recóndito reducto sincero de mi cuerpo.

Por: Javier Uribe @elnegrouribe

Ahí voy. Linda Palma: no eres tú, soy yo. El problema soy yo, este servidor, que se llenó de incertidumbre. Tú has estado a la altura. Esto tiene que ver conmigo. Hace apenas unos meses eras la estrella refulgente de La voz y ahora, míranos, ya hablamos de matrimonio, de la ceremonia, de los invitados, del discurso de papá Palma champaña en mano. Siento que esto ha sido más repentino de lo que puedo soportar. No estoy preparado y no quiero herirte. Seguro encontrarás a alguien. Hay hombres mejores que yo, como el Negro Salas. Incluso hay hombres iguales: como Julián Román o el padre Chucho. Siempre, obvio, que el padre se quiera desordenar, es decir, que quiera salirse del orden sacerdotal. Esta decisión no tiene que ver con que después de cinco columnas declarándote mi amor, ni siquiera me sigas en Twitter. No soy de resentimientos. No me afectan esos pequeños desplantes, esa ligera indiferencia, esos subliminales mensajes de me importas un rabo. Tampoco —y que quede claro— tienen que ver los comentarios del honorable senador Armando Benedetti, en Twitter, a propósito de los premios Óscar, diciendo que los actores eran estúpidos. Empezando porque tú no eres actriz sino presentadora. Y siguiendo porque ninguno de los ofendidos actúa en Hollywood, más allá de que siempre haya sido su sueño inspirador. Benedetti se refería a los actores que estaban nominados a los premios de la Academia. No vale de la Academia Ronald Ayazo, esos no cuentan. La rabieta de los actores de novela colombiana tiene la siguiente lógica: si son estúpidos los de Hollywood que, como en Los Miserables, demuestran que pueden actuar, cantar, bailar, hacer teatro, musicales y cine, no quiero imaginar lo que opina Benedetti de los actores que salen de un reality y, tras unas horas de clase con John Álex Toro, pasan directamente a horario triple A. Algunos, incluso, a ser miembros de doble A. Nada de lo anterior. El verdadero fundamento de esta decisión, lo que me ha transformado en un mar de dudas, es la canción del milenio: El camino de la vida. Así de simple. La canción que suena en todo evento de parejas y que yo, colombianote, quería, originalote, dedicarte. Pero al ver el vaticinio de la canción, no sé, comenzaron mis resquemores. Mira: Y luego cuando somos dos / en busca de un mismo ideal / buscamos un nido de amor / refugio que se llama hogar. Acepto que suena bonito. Pero en la práctica, con mi nimia retribución como columnista, ese “refugio” tendrá necesariamente una hipoteca. Y al “nido” llegarán desproporcionados recibos de valorización. Y pagar el impuesto predial será “el mismo ideal” año tras año. Los frutos de la unión que Dios bendijo / alegran el hogar con su presencia / a quién se quiere más si no a los hijos / son la prolongación de la existencia. Lo de la “unión” lo encuentro regio, una dicha. Lo que riñe conmigo es lo del “fruto”. Porque al fruto hay que criarlo. Y hacerle estimulación temprana. Y comprarle un ajuar nuevo cada seis meses. Y meterlo a cuanta clase de cuanta academia montan los emprendedores. Y claro, “alegran el hogar”, pero lo alegran, Linda, a las cinco de la mañana con berridos, lo cual, no sé tú, lo encuentro contradictorio. Y brotan como un manantial las mieles del primer amor / el alma ya quiere volar y vuela tras una ilusión / aprendemos que el dolor y la alegría / son la esencia permanente de la vida. Acá debe haber un error. Deberían brotar como un manantial “las aguas”, o de “un panal” las mieles; pero no ando en son de crítica. Lo cierto es que “el alma vuele tras una ilusión”, eso es verdad, en mi caso vuela tras el Baloto. Lo triste es que el dolor y la alegría sean esenciales, quiere decir que tendré que ir a eventos familiares, recibir visitas inesperadas de suegros, y primos y concuñados. No sé, no sé… Después de tantas penas y desvelos / para que no les falte nunca nada / para que cuando crezcan, lleguen lejos y puedan alcanzar / esa felicidad tan anhelada. Si lees entre líneas, la frase de una vez nos compromete como padres a empezar a ahorrar en Global Education para el posdoctorado de don o doña fruto. Sin contar los costos del jardín, del lonche, del playdate semanal. No sé, Linda, no me veo haciendo mercado de compotas y pañales en Makro, ni yendo a reuniones de padres de familia, y en cambio sí me veo elegido representante de curso, una desgracia. Esta es, pues, la verdadera razón, Linda. Sin embargo, como sé que tu género es mujer, tengo la certeza de que, más allá de mis argumentos, desde el comienzo estarás pensando: ¡este infeliz tiene otra! Lo de infeliz es cierto, pero ya me van a subir la dosis de Xanax. Lo de otra mujer, no. No, Linda, no seas tontica, no hay nadie, solo tú. Lo de Taliana Vargas conmigo fue pasajero, hace un año, cuando públicamente le pedí que me alquilara el vientre para depositar mi semilla ágil y flagelante. Nunca me respondió, con lo cual se configuró el silencio administrativo negativo. Pero no, no hay nadie más. Jéssica Cediel me retiró el saludo con todo y que declaré su derrière personaje del año 2011 en Colombia. Linda, te dejo. Te otorgo medida de libertad incondicional. ¡Vuela, paloma! ¡Aletea, mi cóndor herido! La jaula está abierta. ¡Alza el vuelo, mi perico! Enrúmbate hacia la cumbre de tu destino. Aléjate con la brújula de tus anhelos. Tienes todo para convertirte en nuestra próxima Andrea Serna, la siguiente Gloria Valencia, no desfallezcas. Por mi parte, en este puerto desembarco. ¿Me oyes? Hoy la línea de nuestras vidas se bifurca. ¿Me entiendes? Aló, aló… ¿Quién es? Aló, ¿Linda? ¿Con quién hablo? ¿Diego Pulecio? ¿El novio de Linda Palma? Buenas. Tanto Gusto. El Negro Uribe. Supongo que Linda no está. Disculpe usted. De mi parte solo dígale que: … es por eso, amor mío, que te pido / por una y otra vez / si llego a la vejez / que estés contigo, Pulecio, contigo. Aló. No me insulte, señor Pulecio, no soy un acosador, además, al final, el que viaja con ella a Miami no soy yo, es usted.

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