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13 de julio de 2015

A cualquiera le puede pasar

Yo me volví famoso por quedarme dormido

Haukur Vidar de 35 años, periodista y redactor en una agencia de publicidad, cuenta cómo y por qué una foto suya durmiendo se volvió viral, con más de 800 mil visitas, y dio la vuelta al mundo.

Por: Haukur Vidar Alfredson

Soy de Islandia, un país que solo tiene 320.000 habitantes, y vivo en Reikiavik, la capital, que tiene 120.000. Mucha gente de otras partes me ha dicho que en un lugar así uno podría volverse famoso fácilmente, sobre todo ahora que por cualquier cosa, por más absurda que sea, uno se gana sus 15 minutos de fama. Antes pensaba que eso era una locura. Pero debo admitir que ya no, porque a mí me pasó: me volví una celebridad de repente, ¡una celebridad mundial! ¿Cómo?, ¿por qué? Por una bobada: me quedé dormido en la oficina y me tomaron una foto. Simple. Usted tal vez me ha visto en internet o le ha llegado un montaje con mi foto dormido en la casa de los enanitos de Blancanieves, siendo disparado por un cañón de circo, en una competencia de patinaje artístico... Sí: yo soy ese tipo del que medio mundo se ha burlado.

Tengo 35 años, soy periodista, trabajo como redactor en una agencia de publicidad llamada Brandenburg y, aunque me muevo en el mundo de los medios de comunicación, dentro de mis aspiraciones nunca ha estado llegar a la fama. Es cierto que alguna gente me conoce porque publico una columna de opinión, los lunes cada 15 días, en Visir.is, un portal de noticias de Islandia en el que trabajé hasta hace un año. Pero eso es lo más cercano que mi trabajo me ha llevado a la popularidad.




Lo de la foto —y lo de la fama— empezó el 10 de junio de este año. Les doy algo de contexto: soy fanático del básquet estadounidense, sobre todo de LeBron James, y me había trasnochado el día anterior para ver las finales de la NBA entre los Cavaliers de Cleveland y los Warriors de Golden State. Era el tercer partido, y cada equipo ya había ganado uno, así que este encuentro prometía ser muy emocionante. Acá en Islandia, el partido empezó a la 1:00 de la mañana y acabó a las 4:00. Vi la transmisión hasta el último minuto, porque estuvo muy reñido. Igual, tenía que estar a las 9:00 de la mañana en la oficina.

Llegué a la hora indicada, como todos los días. Al mediodía, decidí que quería hacer una siesta en vez de ir a almorzar y dormí 20 minutos en el sofá de la oficina. Cuando me desperté, encontré a varios de mis compañeros “trabajando” en un “nuevo proyecto”: hacer memes a partir de una foto que me había tomado Snorri, uno de ellos, mientras roncaba: yo durmiendo en el cartel de La bella durmiente, yo durmiendo en un sauna, yo durmiendo en una discoteca mientras hacía de DJ, yo durmiendo en El nacimiento de Venus, la obra de Botticelli… fueron más de 30 memes. En nuestra oficina hacemos eso todo el tiempo para burlarnos entre nosotros, y mis compañeros estaban tan entretenidos con el tema que terminaron posteando todo en el fanpage de la agencia.

Al principio me pareció chistoso. El post tuvo más de 700 likes y fue compartido más de 120 veces. Eso ya me parecía ridículo, porque una foto mía en mis redes sociales no pasaba de los 20 likes. Pero de repente empecé a ser noticia. Primero, apareció en portales islandeses. Luego, en medios de Europa, como el Daily Mail inglés o GQ Francia. Llegó al tope cuando apareció en el portal de listas que siempre se vuelven virales: Buzzfeed. Ahí empecé a preocuparme: mi correo se llenaba con mensajes de todas partes del mundo, y por chat me escribía gente que no conocía. Incluso me mandaban memes que no estaban en internet. Me llamaron hasta de Colombia para entrevistarme y atender periodistas se convirtió en un nuevo trabajo. Pero todo llegó a ser surreal cuando me contactaron de Good Morning America, el programa más visto por la mañana en Estados Unidos.

Y así como mis memes fueron virales un par de días, a la siguiente semana ya todo había pasado. Los memes de mi dormida en la oficina completan, hasta el momento, 800.000 visitas, según el portal de imágenes virales www.imgur.com. Por supuesto, esto no ha cambiado mi vida: no ha sido algo como para que la gente me reconozca en la calle, aunque entre conocidos o amigos de amigos sí me identifican. Por el momento, sigo con mi trabajo y trato de no darles chance a mis compañeros para que me vuelvan a hacer una broma de estas. Menos mal ya se acabaron las finales de la NBA.

        





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