30 de mayo de 2014

Testimonios

Yo debuté como profesional a los 12 años

Siento mucha emoción de ser uno de los pocos futbolistas dueños de un récord, pero la verdad es que la tarde de mi debut lo único que quería era jugar, no más, ni se me pasó por la mente la edad que tenía: fue tres días antes de cumplir los 13 años.

Por: Mauricio Baldivieso, jugador boliviano
| Foto: Fotografía: AFP

Nada fue casual. Venía preparando ese momento. A los 10 años ya jugaba en la segunda categoría de mi país, Bolivia, y andaba muy bien, hasta metía goles. Por eso, el hecho de entrenarme con la primera a los 12 lo tomé con mucha naturalidad. En esas prácticas fui adquiriendo el roce con los más grandes. De todos modos, el tamaño no era una traba: me ayudó mucho ser de físico grande (hoy mido 1,81), y también haber practicado artes marciales desde los 9 años. Eso me formó físicamente. (Karim Benzema, el futbolista que se salvó de ser un delincuente)

En todo momento sentí el cariño de la gente y de mis compañeros, además del apoyo incondicional de los miembros del cuerpo técnico, incluido mi padre; porque él, mi padre, Julio César Baldivieso, ese gran exjugador de la selección boliviana, era en ese momento el entrenador del Aurora, el equipo con el que salté al campo por primera vez.

En la concentración previa al partido, que se jugó el 19 de julio de 2009, se acercaron los referentes del club a darme consejos. Me hablaron mucho, así que imaginé que podía darse. Dormí tranquilísimo esa noche, ni pensé en el encuentro del día siguiente. Raro, porque soy de dar vueltas en la cama. (Guillermo Varela, el futbolista que perdió su trabajo por un tatuaje)

Aunque estaba en el banco de suplentes, llevaba la camiseta 10, la que usó mi padre. No me olvido de que estaba calentando a un costado cuando, de un momento a otro, me pidieron que lo hiciera con más intensidad. Mi padre me habló y me dijo que entrara tranquilo, que hiciera lo que sé hacer, y con una sonrisa, porque así sería el hombre más feliz del mundo. Eso hice. Recuerdo también que en el momento de entrar la gente aplaudía en las tribunas, y eso me dio más entusiasmo.

¿Si entré asustado? Para nada: gracias a Dios, el karate me hizo, también, un hombre de carácter. Jugué casi diez minutos, toqué varias pelotas, pude pisarla no desentoné, y tuvimos alguna oportunidad para empatar, pero el partido terminó 1 a 0 para La Paz FC.

Los rivales me trataron como si fuera uno más, no como a un niño, incluso me insultaron. Muchos recuerdan la patada que me dieron esa tarde mientras cuidaba el balón, de espalda. Me quedé tirado en el piso y se armó un tumulto, porque mis compañeros saltaron a defenderme. Luego escuché que en la televisión de Argentina aseguraron que yo había llorado cuando me pegaron. Nada que ver. Eso lo dijeron por envidia más que nada, envidiosos hay en todos lados. (El arquero de la Eurocopa que juega en sudadera)

Al día siguiente, el lunes, vendría lo más curioso: tuve que ir a la escuela —todavía hoy, a los 17 años, sigo estudiando en la Angloamericana—, y fue una verdadera revolución, me hicieron un gran recibimiento.

Hasta ahí todo era alegría, pero el conflicto llegaría poco después: se armó una polémica por la decisión de mi padre de meterme, hubo críticas constructivas y también de las otras, y al final renunció. Yo decidí irme detrás de él, por supuesto. El club pretendía que me quedara, pero jamás le hubiera fallado a un ídolo, al maestro que tengo como padre, a un auténtico crack.

Escuché a algunas personas decir que si el técnico no hubiera sido él, yo no habría debutado. Envidia. Otra vez lo mismo. No me importa lo que diga la gente: tengo muy claro que debuté por lo que mostraba como jugador. Y si el técnico hubiera sido otro, también hubiera entrado, me sentía preparado.

Han pasado casi cinco años desde aquel momento. En breve cumpliré 18 y juego en Nacional de Potosí. Estuve haciendo unas pruebas en Newell’s Old Boys de Rosario, donde mi padre jugó y es muy querido, pero Nacional no le quiso dar mi pase al equipo argentino.

Todavía me suelen llamar para preguntarme por ese debut, y a uno le gusta, por supuesto, es un recuerdo hermoso. De todos modos, intento no quedarme en el pasado y mirar siempre para adelante. Espero no fallarle a toda la gente que confió en mí y seguir demostrando que no fue una casualidad haber debutado a los 12 años. (El mejor penal en la historia del fútbol)

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