25 de marzo de 2022
Política
Crónica de una quemada electoral no anunciada
Tres congresistas de Bogotá, Antioquia y Valle, escribieron para SoHo sobre su quemada en las elecciones del 13M. El común denominador: todos defendían las libertades y les preocupa el avance de los extremos en el país.
Por: Soho.co
El día en que se iban a ‘quemar’, José Daniel López, Santiago Valencia y Juan Fernando Reyes se levantaron temprano para ir a votar y esperar el ‘buque de resultados’ que llegaría en la tarde desde la Registraduría. La aspiración de que estos tres congresistas se reeligieran quedó encallada, en gran parte, por el surgimiento de un movimiento de izquierdas como el Pacto Histórico y la resurrección del Partido Conservador que dejó al país en dos extremos.
Los tres aceptaron la invitación de SoHo para escribir unas líneas a modo de balance, pero también de catarsis frente a la derrota que quizá no se esperaban o aunque fuera una opción que estuviera sobre la mesa, no pensaban en ella porque si no, para qué madrugaban cada día de campaña, que en Colombia no es fácil.
López, que aspiraba a la Cámara de Bogotá por Cambio Radical, quedó con algo más de 31 mil votos; Valencia, actual senador del Centro Democrático por Antioquia, logró 36 mil votos, 1600 menos que la última curul lograda por el uribismo; y Reyes, que buscaba seguir siendo representante del Valle, se quedó como la tercera votación del Partido Liberal con casi 32 mil votos.
En la última semana, algunos de ellos y otros de los más célebres congresistas que resultaron quemados, se han reunido para pensar en un nuevo proyecto político y no quedarse quietos a pesar del estrellón que se dieron en las urnas.
Trabajando en lo que nos une. pic.twitter.com/WuTlEXAIQF
— Gabriel Santos (@GabrielSantosCD) March 23, 2022
“Doy vueltas en mi cabeza identificando las causas de la derrota”
Por José Daniel López
Tengo el curioso título de ser el quemado más votado a la Cámara por Bogotá en 2022: 31 235 apoyos en el preconteo del 13 de marzo y súmenle cerca de 500 más que han aparecido en el escrutinio. Entran 18 representantes por la ciudad y yo fui la décima votación individual, pero por cosas de nuestro sistema electoral, (el umbral, la cifra repartidora) quedé por fuera del Congreso esta vez.
En la política, el trabajo de años se define en pocas horas. Madrugadas, debates, recorridos, leyes, estrategias, equipos, todo se mete en una licuadora que se enciende durante 8 horas (domingo de elecciones de 8:00 a. m. a 4:00 p. m.). Cerradas las urnas, la obsesión es una sola: darle “actualizar” al navegador con la página de la Registraduría hasta las 9:00 p. m. aproximadamente, para ir sabiendo de a poquitos lo que depara el destino en los próximos años y si mi nombre aparece con posibilidades de mantener la curul.
¡La satisfacción del deber cumplido! pic.twitter.com/ZLMQxtp8Xh
— José Daniel López (@lopezjosedaniel) March 16, 2022
En mi caso, el día de elecciones transcurrió con tranquilidad. Contrastó con el frenesí de la campaña, que fue una carrera a toda velocidad contra los trancones, las distancias y la desinformación de la gente. Hoy, cuando pienso en esta campaña, mi mente me traslada a algún momento como parrillero de una moto, esquivando carros y tratando de no llegar tarde a algún evento.
Pero el día de elecciones, ya lo decía, fue más reposado. Pude estar desde temprano con mi esposa, Priscila, y mi hija, María Isabel, de 7 meses. Fueron ellas las más sacrificadas por las agendas inclementes de campaña. Fuimos a la iglesia a las 7:00 a. m., acompañamos a David Luna a votar (él fue mi fórmula al Senado y ha sido mi mentor desde hace 15 años), luego nos encontramos con la familia para votar en Plaza México; de ahí, a comer hamburguesa de afán en Unicentro y a pararnos cerca al puesto de votación con la esperanza de encontrarnos con algún amigo indeciso o despistado. Y a las 4:00 p. m., a la casa a comerse las uñas, tomar aromática y recibir resultados.
Sabía desde el día cero que era una elección apretada. El sistema de voto preferente ha llevado a que los candidatos tengamos la mayor competencia al interior de nuestros propios partidos. Aunque albergaba alguna esperanza de que mi lista, Cambio Radical, metiera dos curules por Bogotá, las probabilidades eran bajas. En resumen, sabía que si no era la primera votación de la lista, podía quemarme. Y jugaba en mi contra el hecho de que yo no era la cabeza de la lista, como consecuencia de las negociaciones hechas hace tres meses para armar el equipo de candidatos del partido a la Cámara por la ciudad.
En los tres primeros boletines arranqué punteando, pero del cuarto en adelante, una de mis compañeras de lista, Carolina Arbeláez, tomó el primer lugar. Y cada vez que llegaba un nuevo boletín, la diferencia entre los dos iba aumentando en mi contra. En estadística se llama tendencia y tiene más reversa un avión en vuelo. Al final, perdí la curul por cerca de 3500 votos y entré al legendario pabellón de quemados. Las abundantes jarras de té y aromática y la presencia de mi familia amortiguaron el golpe.
A las 9:00 p. m., me fui a un hotel en el norte de Bogotá donde estaba reunido el equipo de trabajo. El panorama era agridulce. Felicidad porque la habíamos sacado del estadio con David Luna en la elección al Senado: más de 112 000 votos y la primera votación nacional del partido. Pero tristeza por perder la curul de la Cámara que tanto habíamos trabajado.
Escribo esta crónica casi dos semanas después de haberme quemado. No les miento: paso horas dándole vuelta a mi cabeza tratando de identificar las causas de la derrota, como si fuera un cubo rubik. Solo el paso de los días irá poniendo todo en su lugar. Por ahora, volver a estar con mi esposa y mi hija me hace sentir realmente afortunado. Estoy recuperando el peso perdido, es que cinco kilos se fueron en campaña, y disfruto mucho de la falta de agenda y el silencio del celular.
Durante estos cuatro años fui escogido entre los mejores del país en todas las mediciones de opinión pública. Logramos la ampliación de la licencia de paternidad (Ley de Licencia Compartida); hicimos posible que las prácticas y pasantías universitarias se contabilizaran como experiencia profesional (Ley de Pasantías); y sacamos adelante un paquete sin precedentes de reformas para Bogotá. Actuamos con independencia y rigor técnico. La misma es la historia de colegas brillantes de distintos partidos que también perdieron la curul en estas elecciones. Junto a ellos, me voy con la satisfacción del deber cumplido.
“La suerte está echada”
Por: Santiago Valencia
Llevábamos más de 6 meses recorriendo el país, escuchando a la comunidad, sus necesidades, sus inquietudes y sus preocupaciones. Teníamos grandes líderes comprometidos en varias regiones del país y la satisfacción del deber cumplido, de haber hecho una legislatura impecable y de haber trabajado incansablemente para sacar adelante iniciativas en pro de una mejor Colombia. Pero la última palabra la tenían los electores ese domingo.
Mi discurso jamás se basó en promesas, ni en politiquería barata. Yo decidí contarles a los colombianos lo que he venido haciendo desde el Congreso, hablarles sobre los ejes temáticos que siempre he defendido, como una justicia más eficiente, eficaz y cercana a la comunidad; la lucha contra la corrupción que es uno de los principales problemas de nuestro país; mayor seguridad con programas para la juventud enfocados en el deporte y la prevención de sustancias psicoactivas y el desarrollo económico a través de la ciencia, tecnología e innovación.
Finalmente, llegó el día de las elecciones, un momento trascendental no solo para mis aspiraciones de reelegirme al Senado, sino para la historia de Colombia, uno que definiría el avance del populismo o la libertad y la democracia. Viajé a Medellín desde Barranquilla, donde me encontraba en un cierre de campaña. Me acompañaba mi familia. Estaba tranquilo. Cuando cerraron las urnas, le dije a mi equipo: " la suerte está echada”.
Gracias a todos los #ApasionadosPorColombia que creyeron en este proyecto llamado país. Lastimosamente los resultados no fueron los esperados, sin embargo mi amor por Colombia y mi compromiso se mantienen intactos.
— Santiago Valencia G. (@sanvalgo) March 14, 2022
Al ver los resultados parciales, los cuales mostraban que no había obtenido la curul, por supuesto sentí tristeza, esa que se siente, cuando uno pierde algo que ama, en lo que ha trabajado y en lo que estaba seguro hacía las cosas excelentes. Paradojicamente, varios de los ganadores fueron aquellos que compitieron con grandes maquinarias, presupuestos sospechosos, quienes daban dinero pordoquier y los que prometieron cosas inalcanzables, burlándose de la ciudadanía.
Nada que hacer, la suerte nos había puesto en otro camino. Así que decidí aceptar los resultados, pasar la página, apostarle a dejar mi legilastura en lo alto, donde siempre la he mantenido. Mirar nuevos proyectos y por encima de todo, pasar más tiempo con mi familia, ese tiempo que les robé porque estuve literalmente 24-7 de lleno en campaña.
Lo bueno de estar en el vilipendiado pabellón de los quemados, es que no todo se ha perdido. La esperanza sigue intacta, las heridas se sanan con crema, para seguir la analogía de las heridas que pueden ser de primero, segundo o tercer grado. Voy a seguir en pie de lucha y con la convicción clara de defender a Colombia, de no dejarla a merced de quienes quieren destruirla. Soy un trabajador incansable, un hombre transparente que defiende la vida y los valores, y eso, al final, la vida lo premia y ajusta sus cartas. Estaré en el lugar donde mi trabajo continúe dando frutos.
“Seguiré en mi tusa electoral, pero trabajando por las libertades”
Por: Juan Fernando Reyes Kuri
Estoy triste, debo admitirlo, pero si algo sé de la política es que apenas uno se cae hay que hacer como los niños cuando están aprendiendo a caminar: limpiarse las rodillas y volver a levantarse. Seguir caminando, caminando hacia adelante.
Y es que, asimismo, es la política un constante aprendizaje. Es lo que analizo ahora en medio de mi tusa electoral tras perder las elecciones el pasado 13 de marzo.
Mi campaña estuvo encaminada a mostrar una política de buenos resultados. En mi paso por el Congreso he sacado adelante cuatro leyes que le han cambiado la vida a miles de colombianos. ¿Eso cómo lo sé? Recuerdo en medio de la campaña que una mujer sobreviviente al cáncer de mama me escribió que pensó en el suicidio; eso me conmovió muchísimo, pero también me dijo que gracias a la Ley 2194 que sacamos este año, ella ahora podrá acceder a la reconstrucción de ambos senos sin tener que hacer tantos trámites, es su derecho y yo lo dije en campaña: los hombres no entendemos el sufrimiento de una mujer cuando le da cáncer, le cortan el seno y luego tiene que mirarse al espejo.
No me queda sino decir GRACIAS. Gracias por creer en el trabajo que hicimos durante 4 años en el Congreso y durante tantos años en el Valle. Hoy no lo logramos, pero nos vamos con la cabeza en alto por haber aportado a cambiar la vida de tantos. El camino sigue. Muchas gracias.
— Reyes Kuri Juan Fernando (@ReyesKuri) March 14, 2022
En mi paso por Buenaventura, una joven se me acercó a contarme que gracias al Viche —una bebida alcoholizada artesanal fabricada en el Pacífico colombiano— ella estudió en la universidad, su familia toda la vida se ha dedicado a eso y ella es la primera profesional en su casa. Para ella saber que ahora se podrá comercializar de manera libre en todo el país, es ver la satisfacción del deber cumplido.
Hablar con las personas, todas muy diversas, y sentir que lo que he hecho cambia vidas, tiene impacto en la sociedad, funciona, transforma vidas, eso me llena de gratitud y estoy convencido de que la política es para eso.
Lo mismo pasó con los jóvenes, es la primera vez que una campaña mía está acompañada de tantos de ellos y eso es porque logramos conectarlos en nuestra lucha por las libertades. Insistimos en banderas difíciles de defender como la regulación del cannabis de la eutanasia, incluso eso nos costó algunos apoyos, pero yo estoy convencido de que ese es el camino que debe seguir Colombia: en la lucha para que cada quien decida si vivir con sufrimiento o vivir con dignidad. La lucha del cannabis es por acabar la guerra contra las drogas que ha fracasado y es un cambio que puede generar empleo sin atacar a nuestros campesinos.
Comunicamos nuestra lucha de muchas maneras, desde las redes sociales, con vallas y mensajes que decían: “Eutanasia, una libre decisión” o “Acabemos esta guerra, regulemos el cannabis”. Rendimos cuentas a los vallecaucanos a través de videos y mirándolos a los ojos con el compromiso de seguir trabajando y haciendo control político.
Los resultados demostraron que ganaron los extremos y que no logramos conectar con esas emociones. No fue suficiente para el grueso de los electores el buen trabajo en la Cámara, pero también he visto estas dos semanas la gratitud de muchos. Me han llamado hasta de inspiración para otras personas, logramos brillar en un lugar tan difícil y desprestigiado como el Congreso, logramos demostrar que no todos los que vamos ahí se van a quedar dormidos o son unos bandidos, mostramos resultados y eso no fue recompensado en las urnas pero sí en la calle.
Desde afuera o dentro del Congreso, seguiré trabajando en la lucha por las libertades, se avecina un Congreso polarizado, con muchos insultos entre unos y otros. La pelea entre la izquierda y la derecha se va a intensificar y yo seguiré construyendo. Seguiré en mi tusa, revisando errores, mirando oportunidades, y construyendo, eso es lo que yo sé hacer: construir, conciliar y no destruir.
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