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18 de octubre de 2016

Crónicas

La biblioteca de Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo

¿Cuáles son sus autores preferidos? Este recorrido del biógrafo no autorizado del magnate por su biblioteca personal revela detalles inéditos de la personalidad de uno de los tipos más poderosos del planeta.

Por: Diego Enrique osorno Fotos Getty images

Carlos Slim se levanta de la mesa donde conversamos sobre las influencias que ha tenido en su vida. Da seis pasos hacia la biblioteca, que se encuentra en una esquina de su amplia y alfombrada oficina, para señalar algunas biografías de empresarios con el índice derecho.

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—Mira, este de Baruch es interesante. También este de Ling, que hizo un conglomerado y acabó quebrándolo, pero es interesante ver cómo lo hizo. Este de Vesco, que acabó quedándose con un fondo y luego se fugó a Cuba. ¡Este es muy buen libro, porque describe la crisis de los setenta! Este es de Ford. Este es un libro de Getty y este es el otro de Getty que leí cuando salió en la revista Playboy.

El millonario mexicano saca el libro del estante. Es pequeño y se nota desgastado. Así hice mi fortuna es el título, escrito por el magnate petrolero estadounidense Jean Paul Getty. Mientras lo hojea, se alcanzan a ver oraciones y párrafos subrayados con tinta negra. Es uno de los pocos libros en español de esa sección de la biblioteca, donde predominan los libros en inglés, idioma que Slim lee y habla desde su juventud.

—¿Getty fue su principal referencia del mundo empresarial?

—¡Nooo! Mi principal referencia no. Baruch es anterior a él. Rockefeller es anterior a él… —contesta y se sumerge de nuevo entre sus libros—. Mira, este es del nieto de Rockefeller, y el de Chrysler está por ahí. Entonces a todos les aprendes, y te digo, aprendes de lo bueno y de lo malo. En este libro, por ejemplo, se hace un buen juicio sobre Gates cuando estaba empezando. Lo juzga bien. Dice: “Este no está vendiendo, está desarrollando bien su empresa”.

Slim es esencialmente un lector de biografías empresariales, libros de negocios, estadísticas deportivas y económicas, así como de volúmenes de historia, que se amontonan en una estantería austera de seis pisos que acapara una pared de su oficina —de unos 90 metros cuadrados— en el Corporativo Financiero Inbursa, en la colonia Lomas de Chapultepec, cerca de la residencia donde ha vivido desde hace 40 años en la Ciudad de México. En la oficina hay fotos familiares, pinturas clásicas y un escritorio espartano que casi nunca usa, ya que prefiere trabajar en una mesa colmada de papeles donde a veces hay envoltorios de chocolate para diabéticos. Aunque es miope del ojo derecho, puede leer sin anteojos a sus 75 años. Suele interrumpir nuestras entrevistas para mostrarme algunos de sus libros. Si, como decía Borges, uno no es lo que es por lo que escribe sino por lo que ha leído, estas interrupciones son más reveladoras que algunas de las cosas que dice, pues reflejan parte de la personalidad de un mexicano del que muchos se preguntan cómo llegó a acumular una fortuna que, de acuerdo con el investigador José Merino, podría mantener a 10 % de las familias más pobres de México durante 14 años.

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Uno de los libros que señaló la primera vez que nos vimos en su oficina fue Mr. Baruch, escrito por Margaret L. Coit y publicado en inglés por la editorial Houghton Mifflin en 1957, el año en que Slim inició sus estudios de ingeniero civil en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es la historia de Bernard Baruch, un financiero estadounidense que se hizo millonario a principios del siglo XX especulando con el mercado del azúcar. Lo apodaban “el Lobo Solitario de Wall Street” por actuar al margen de las casas financieras. Baruch dio un giro interesante al dejar Wall Street para mudarse a Washington, D. C., meterse a la política y convertirse en asesor de guerra durante los gobiernos de Wilson, Roosevelt y Truman.

Del empresario Jean Paul Getty, a quien Slim sigue desde la década de los sesenta, tiene dos libros: la autobiografía A mi manera (Grijalbo, 1977) y Así hice mi fortuna (Sayrols, 1987), cuyo primer capítulo se titula “¿Cómo hice mis primeros mil millones de dólares?”.

—Veo que también hay poesía en su biblioteca —le digo cuando encuentro un libro de Jaime Sabines, un popular poeta de Chiapas.

—Este lo hicimos nosotros. Bueno, lo hizo su secretaria y nosotros lo publicamos. Mira, si quieres hablar de poemas, este es interesante —dice, y saca uno de Gibran Jalil Gibran.

Slim pregunta si quiero que lea algo del escritor libanés sobre las dádivas, y le digo que sí, a sabiendas de que hizo lo mismo en 2007 con el periodista Tim Padgett de la revista Time, cuando este lo cuestionaba sobre su manera de hacer filantropía.

Y así, de pie junto a su biblioteca, con la corbata azul aflojada y una camisa celeste con sus iniciales, CSH, bordadas en un costado, uno de los hombres más ricos del mundo comienza a leer un poema.

“Todo lo que tienes algún día se dará;

entonces da ahora, para que la estación del dar sea tuya y no de tus herederos.

Muchas veces dices ?yo daría, pero solo a el que lo merece?.

Los árboles en tu huerto no dicen esto, tampoco el rebaño en tu pasto.

Dan para que vivan, porque retener es morirse”.

Gibran Jalil Gibran, nacido en Líbano, el país de Oriente Medio donde también nació el padre de Slim, Julián, es uno de los escritores preferidos del magnate.

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En la biblioteca también están algunos mexicanos contemporáneos, como Ángeles Mastretta y Carlos Fuentes, quien antes de morir noveló en clave parte de su relación con Slim en La voluntad y la fortuna. Slim y Fuentes se reunían con frecuencia. El millonario también entabló amistad con el fallecido premio nobel colombiano Gabriel García Márquez. Otros de sus interlocutores privados selectos son el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton, el científico Stephen Hawking y el expresidente socialista español Felipe González, quien además es su amigo. Todos ellos han estado en su casa, algunos en domingo o en lunes por la noche, que es cuando sus seis hijos, Carlos, Marco Antonio, Patrick, Soumaya, Vanessa y Johanna, se reúnen para cenar y conversar con personalidades internacionales de la ciencia, la literatura y la política.

Desde 2002, la Fundación Telmex organiza un encuentro internacional en la Ciudad de México, al que Slim invita a algunos de los famosos que conoce o admira para que impartan una conferencia a la cual solo tienen acceso los jóvenes becarios y determinados colaboradores de sus empresas. La lista de personajes es tan larga como diversa, y denota algunos intereses y aficiones del magnate mexicano, así como su poder de convocatoria. En 2002, acudió el astro del futbol Pelé, mientras que en 2003 estuvieron el expresidente Bill Clinton y el basquetbolista Magic Johnson. Para 2004 acudió Mijaíl Gorbachov y en 2005 estuvo el exfutbolista argentino Jorge Valdano.

En 2006 —en medio de unas conflictivas elecciones presidenciales— no se llevó a cabo, pero al año siguiente la pasarela internacional se retomó. De ahí en adelante han estado desde el atleta Carl Lewis hasta el actor Al Pacino; desde el periodista Larry King hasta la exsecretaria de Estado Hillary Clinton; desde el entrenador Josep Guardiola hasta el escritor Deepak Chopra; desde el multicampeón olímpico Michael Phelps hasta el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg.

Una lista tan variada y contradictoria de personalidades como variada y contradictoria suele ser la personalidad que refleja Slim, quien dice que políticamente no se considera ni de izquierda ni de derecha. Pareciera que su geometría política es dominada meramente por el capital.

Le pregunté a mi dealer de libros en cuánto creía que podría venderse una edición de la década de los sesenta de un libro de Getty subrayado por Slim: me respondió que valdría entre 50.000 y 100.000 pesos mexicanos; es decir, entre 7,5 y 15 millones de pesos colombianos.

* * *

Retomamos el recorrido por su biblioteca.

—Estos que están aquí son libros que he leído, varios de ellos de negocios, pero tengo muchos otros en la casa —aclara, mientras caminamos junto a un librero.

—¿Y qué más lee?

—Muchas cosas.

—¿Lee teoría económica?

—Yo casi no leo teoría, no me gusta... mira, estos de aquí son de arte.

El empresario que construyó uno de los museos más grandes de México, el cual lleva el nombre de su fallecida esposa, Soumaya, señala un estante donde predominan los volúmenes regalados que ha decidido mantener en su biblioteca. Le llegan cientos cada año, que se amontonan, junto con otro tipo de regalos, en una sala contigua que funciona como aduana o filtro de revisión antes de llegar a la oficina de Slim.

Seguimos caminando y Slim recuerda algo. Justo entre el libro Historia de la deuda exterior de México, escrito por Jan Bazant y publicado en 1968, y la biografía Hammer, de Armand Hammer y Neil Lyndon, saca un viejo ejemplar titulado Geometría analítica y cálculo infinitesimal, de F. Woods y F. H. Bailey.

—Este es mi libro de segundo año de la universidad —dice con orgullo.

Luego aparece La reina del sur, novela de Arturo Pérez Reverte sobre una mujer de Sinaloa metida en el narcotráfico internacional. Slim aclara:

—Esto no tiene nada que ver. Hay otros de aquí que tampoco he leído… Este es muy bueno. Mira qué bonito título tiene.

—El principio de Peter, este es muy bueno —me muestra el volumen, cuyo autor es famoso en el mundo empresarial por su máxima: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”.

En la misma sección aparece un libro bellamente ilustrado que relata las guerras modernas, el cual dice Slim que acaba de leer y que yo también debería leerle a mi hijo. Asimismo, está una biografía de los Kennedy y el libro Outliers (Fueras de serie), de Malcolm Gladwell. Me pregunta si lo he leído. Cuando respondo que no, me lo regala. Lo tomo y en ese momento veo sin suspicacia el subtítulo en la portada: “Por qué unas personas tienen éxito y otras no”.

No solo es un lector constante, sino también uno de los mayores vendedores de libros en México. Sanborns, su cadena de cerca de 200 restaurantes y tiendas, incluye una red de librerías, lo que implica que para autores y editoriales sea vital establecer una relación comercial con la empresa, dirigida por Patrick, el menor de sus hijos.

—Si tu libro no está en Sanborns, no existe. Así de fácil —me dijo un experimentado editor.

Desde hace años circula la sospecha de que los libros que le resultan incómodos a Slim o a sus cercanos son censurados. Sin embargo, el empresario asegura que esto es falso y cita un ejemplo: Daron Acemoglu y James Robinson —el primero, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y el segundo, de la Universidad de Harvard— escribieron ¿Por qué fracasan las naciones? El libro incluye un apartado sobre el dueño de Telmex. “Slim ha hecho su dinero en la economía mexicana, en gran parte, gracias a sus conexiones políticas. Cuando se ha aventurado en Estados Unidos no ha tenido éxito”. Supuestamente, este fragmento provocó que el magnate contemplara la posibilidad de emprender un proceso legal contra los autores, cuyo libro ha sido alabado por varios premios nobel de economía, pero esta versión se desmintió públicamente. El que sí actuó legalmente contra la editorial fue Jacques Rogozinski, jefe de la Oficina de Desincorporación de Empresas Públicas durante el gobierno de Salinas de Gortari, periodo en el que Slim adquirió Telmex. Rogozinski objetó la frase de que “Slim se quedó con Telmex, pese a que no puso la oferta más alta”, y consiguió que la editorial la eliminara en la siguiente edición.

—Ese libro, pese a todo, lo estamos vendiendo en Sanborns. Se compraron 700 piezas.

—¿Nunca ha bloqueado un libro?

—Bueno, sí, solamente una vez no vendimos uno.

—¿Cuál?

—No me acuerdo cómo se llamaba, pero el autor nos dijo que si no hacíamos tal o cual cosa, se iba a parar afuera de Sanborns a venderlo, nomás para hacerse publicidad. Entonces no se lo vendimos un tiempo, para que no estuviera jodiendo.

—¿Se refiere al periodista Rafael Loret de Mola?

—¿Cómo sabes?

—Pues porque fue una denuncia que él hizo pública en la década de los noventa…

—Pues sí, fue una especie de presión que no nos gustó, pero él es buen tipo; es raro y todo, pero buen tipo.

Slim podría escribir en el futuro próximo su propia biografía. La primera vez que lo entrevisté, aclaró que él, igual que yo, estaba escribiendo un libro sobre su vida y su familia, y que en esa labor lo estaba ayudando su sobrino Roberto Slim Seade, “una especie de secretario particular”, hijo de su fallecido hermano Julián y quien dirige las empresas hoteleras de la familia.

—La única biografía oficial que existirá la estoy escribiendo yo, nada más que ahorita tengo otras cosas de trabajo —advirtió en ese momento—. Te voy a contestar todo lo que me preguntes, pero de tu libro solo te digo que no pongas demasiadas mentiras.

* * *

Vicente Fox fue el político del Partido Acción Nacional (PAN) que rompió en el año 2000 los 70 años de gobierno ininterrumpido que logró el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Slim, quien asegura haber votado por el PRI en esas históricas elecciones presidenciales, apoyó económicamente la campaña de Fox, quien gobernó México de 2000 a 2006, periodo en el cual mantuvo una cercana relación con Slim, evidente no solo en la falta de regulación al monopolio en telecomunicaciones administrado por el magnate, sino también en la inclusión de antiguos empleados del Grupo Carso en carteras claves del gobierno.

En esos años, Slim era invitado regularmente a reuniones en el palacio presidencial de Los Pinos. Al término de una comida, visitó la biblioteca y, mientras la recorría por primera vez, el título de un libro llamado Leonardo le llamó la atención. Se trataba de una biografía del famoso inventor italiano que la madre de Slim, Linda Helú, había donado en los sesenta a la biblioteca presidencial.

Además de mostrar una conexión especial del magnate con los libros, esta escena prueba que su familia ha estado en Los Pinos desde tiempo atrás.

Un facsímil de esta biografía de Leonardo se encuentra ahora en la biblioteca que Slim me muestra en su oficina.

—¿En esta biblioteca tiene sus libros más especiales?

—Mira, yo no soy univocacional: no tengo una mentalidad uniforme. Soy muy plural.

—Pero es interesante mirar esta biblioteca... como dicen: “Por sus libros os conoceréis”.

—Pues no, no me vas a conocer, porque estos son también libros de todas las pendejadas que se te pueden ocurrir —dice con desdén—. Aquí está el informe anual del Banco de México de 1994. ¿Por qué el del 94? Porque aquí está la historia de la devaluación —me enseña una serie de indicadores con letra diminuta y señala la fecha, 21 de marzo—. Aquí están Colosio, las reservas y hasta dónde se las llevan; aquí está el “error de diciembre”.

Luego saca un libro de pasta dura. Son las memorias de George Bush padre. En las primeras páginas se aprecia una dedicatoria, pero solo alcanzo a leer: Family and friends y mayo de 2006.

—Este de Bush es una chingonería. ¿Sí sabías que él y Gorbachov se pusieron de acuerdo?

—¿Para acabar la Guerra Fría?

—No, no, no solo eso. También se pusieron de acuerdo en llevar la democracia y la libertad a todo el mundo. Lo de Chile —la renuncia de Pinochet—, fueron ellos; lo de Panamá —la caída de Noriega— y lo de toda Europa del Este —Primavera de Praga—, también. Muy buen libro.

Otro de los títulos dedicados que Slim me muestra es Leadership, escrito por Rudolph Giuliani, el exalcalde de Nueva York famoso por aplicar una política represiva. Apenas alcanzo a leer las palabras finales en español: “Con admiración y amistad”, y luego, la firma del ahora consultor de seguridad. Cerca está El desacuerdo nacional, de Manuel Camacho Solís, el político mexicano que en 1994 medió entre el gobierno y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), cuya dedicatoria me lee el empresario: “Para Carlos Slim, quien es capaz de ver el bosque y de realizar lo que imagina, con mi amistad y determinada convicción de hacer un acuerdo para crecer con justicia”.

Continuamos y saca un manuscrito encuadernado que dice: “Revolutionary Wealth”.

—Este me lo dio Alvin Toffler para que le echara un ojo antes de publicarse.

Repasa algunas notas en crudo, hechas al margen del texto del mayor futurólogo contemporáneo, quien es amigo de Slim.

—¿Y corrigió algunas cosas?

—Trae algunos errores de números.

—¿Y Toffler sí hizo los cambios?

—No se los mandé a tiempo.

A diferencia del libro Por qué fracasan las naciones, del cual Sanborns apenas compró 700 ejemplares, la edición en español de Revolutionary Wealth fue adquirida casi en su totalidad por la cadena de Slim.

—¿Qué hará con estos libros?

—¿Te refieres a qué van a hacer mis hijos con ellos cuando yo muera?

—Bueno, usted también puede hacer algo antes…

—¿Dices que si voy a regalar mi colección? Pues no.

—¿Por qué no darlos para consulta a la Universidad Autónoma de México?

—No, si nosotros tenemos centros de estudios.

—O a la Universidad de Austin. El político Bill Richardson acaba de donarles su biblioteca.

—Pero allá las compran.

—Sí, la de Gabriel García Márquez la compraron ahí en dos millones de dólares.

—¿Doce millones de dólares?

—No, dos millones de dólares.

—Ah, no, pues está muy barata.

—¿Y la de Bill?

—Creo que él la regaló.

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