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30 de septiembre de 2018

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El hijo secreto de Pablo Escobar

El pintor inglés Philip Witcomb asegura que es el fruto de una violación que el capo habría cometido en la adolescencia, antes de convertirse en el mayor narcotraficante del mundo.

Por: Arnoldo Mutis García. Fotos: Archivo Semana / Archivo particular

Hace casi treinta años que Philip vive con una angustia que, asegura, lo está volviendo loco a causa del impacto que le causó saber la verdad sobre su origen. Para colmo, teme por su vida, así que duerme armado, temeroso de que en cualquier momento las sombras del escabroso pasado de su familia retornen y conviertan en un infierno la tranquilidad que ha encontrado en Cala Mondragó, un paraíso con playas vírgenes en el sudeste de la isla de Mallorca, España.

Desde allí, pese a sus miedos, el inglés les ha contado a varios diarios británicos su increíble historia. “Tengo que dejarlo salir”, le declaró al Daily Express, antes de recordar que en 1989 disfrutaba la vida despreocupada de un joven de 24 años, cuando su padre, Patrick Witcomb, fue a verlo a Madrid, donde trabajaba como diseñador de canchas de golf, para hacerle una confesión que cobraría el carácter de advertencia: desde ese momento tendría que vivir con la sensación constante de estar en peligro.

Patrick y su esposa, Joan, le habían revelado a Philip que lo adoptaron en Colombia en los años sesenta, pero sin mencionarle los nombres de sus padres biológicos. Ese momento había llegado. Según Patrick, él era el hijo mayor de un tal Pablo Escobar y de María Lucía Sendoya, como lo certificaba una partida de bautismo que le mostró y que aún conserva. El documento, de la iglesia de Lourdes, en el tradicional barrio de Chapinero, en Bogotá, afirma que el 21 de septiembre de 1965 el presbítero Hugo Londoño bautizó a un niño a quien llamó Roberto, nacido un mes atrás. Además de los progenitores constan los padrinos, Luis María Herrera y Ana Uribe Campuzano, y los abuelos maternos, Sorba León Sendoya y Lucía París. Los abuelos paternos brillan por su ausencia, lo que podría dar un indicio de que las relaciones entre los padres no eran las mejores o no existían. Lo sugiere también que la partida figure a nombre de Roberto Sendoya, sin el apellido del padre. En todo caso, si el mafioso lo hubiera reconocido, su nombre sería Roberto Escobar, como uno de sus tíos, otro capo conocido como ‘el Osito’.

Philip Witcomb (izq) y Juan Pablo Escobar (der). A los 40 años, Philip exhibía el pelo rizado del capo y lucía muy similar a Juan Pablo Escobar (Sebastían Marroquín), hijo del reconocido narcotraficante.

Patrick pasó entonces a la parte más estremecedora de su relato. Le contó que Pablo Escobar era un hombre en extremo peligroso, amo del 80 por ciento del mercado de cocaína en el planeta. En 1989 el jefe del cartel de Medellín tenía sumida a Colombia en un ola de asesinatos y terrorismo que había comenzado años atrás, y era ya uno de los criminales más buscados del planeta. Solo en ese año había ordenado el magnicidio del candidato presidencial liberal Luis Carlos Galán, el ataque al periódico El Espectador y la explosión en pleno vuelo de una aeronave de Avianca, que acabó con la vida de 110 personas.

Philip no daba crédito a lo que escuchaba. “Para ser honesto, no sabía nada de él. No teníamos internet en esos días. Lo único que conocía era lo que leía en los periódicos locales o lo que veía en la televisión”, le explicó al Express. Desde ese instante, aquel nombre no dejó de resonar en su mente tanto por el lazo que los unía, como porque su presencia en las primeras planas y en los noticieros se volvió cada vez más abrumadora por obra de sus desmanes: el atentado al DAS, secuestros a periodistas influyentes, bombazos que mataron a cientos de civiles; todo con el fin de presionar al gobierno para no ser extraditado a Estados Unidos.

Patrick Witcomb, asegura Philip, pudo haber guardado silencio, pero le pareció justo revelarle ese parentesco, pues, técnicamente, lo convertía en heredero de un imperio de inconmensurable poder, violencia y riqueza (unos 25.000 millones de dólares), y también en blanco de los múltiples enemigos de Escobar.

Philip quiso conocer más detalles de su venida al mundo, pero en ello Patrick fue parco. Si su verdadero progenitor resultó ser una ingrata figura pública, la verdad sobre su madre y lo que sucedió con ella es un enigma. “Mi padre me dijo que ella murió”, le contó al Express. De todos modos, ha intentado esclarecer los hechos, pero sin mayor éxito, lo cual lo atormenta, pues cree que su concepción fue el resultado de una violación. “Mi madre solo tenía 14 años cuando me tuvo y Escobar 16. No pudo haber sido sexo consensuado a esa edad y es difícil lidiar con eso”, reflexionó.

Philip Witcomb (izq) y Pablo Escobar (der) 

El caso es que Lucía guardó silencio sobre su hijo y, apenas dio a luz, ella o sus parientes lo dejaron al cuidado de un cura en un orfanato de Bogotá, donde fue dado en adopción a Patrick y Joan en 1969. En ese año, mientras tanto, el futuro capo pasaba de ladrón de carros a promesa del bajo mundo, después de introducirse en el tráfico de marihuana y cocaína. A los 20 años ya era rico.

Los Witcomb, por su parte, permanecieron en Bogotá por nueve años tras la adopción de Roberto, a quien le cambiaron el nombre por el de Philip. En ese lapso, Pablo Escobar siguió su ascenso imparable y, al parecer, quiso responder al llamado de la sangre. “No sé cuándo exactamente, pero él supo de mí, me quería llevar e intentó secuestrarme varias veces”, dijo el inglés en su recuento.

Philip tiene recuerdos de niñez que solo entendió después de la confesión de Patrick: ir al colegio en un auto blindado y crecer rodeado por escoltas que su padre adoptivo contrató de manera permanente en su casa. Aunque en esos años Escobar no era tan conocido, Patrick Witcomb estaba familiarizado con el personaje por cuenta de su trabajo. De acuerdo con Philip: “Él fue enviado a Bogotá como experto en seguridad para supervisar el primer servicio de carros blindados del país, así como la imprenta de billetes”. Patrick hacía parte de una subsidiaria de la prestigiosa firma de valores inglesa Thomas de la Rue, conocida hoy en el país como Thomas Greg & Sons, cuya licencia para Colombia había adquirido Gregorio Bautista, “quien no solo estaba conectado con los altos mandos del gobierno colombiano, sino también con la banda de Escobar”, según afirmaciones del Express. “Mi padre (Patrick) había hecho negocios con esa gente, así que era más que consciente de lo que eran capaces”, agregó Philip.

De Colombia, recuerda que vivía con sus padres en el Hotel Tequendama, el número uno de Bogotá en los años setenta, pero su permanencia en el país fue corta.

Partida de bautismo en la que consta que los padres de Philip (Roberto para entonces) son Lucía Sendoya y Pablo Escobar

En últimas, Patrick Witcomb comprendió que la mejor manera de garantizar la seguridad de su hijo era llevándolo al exterior. Primero, lo internó en la exclusiva St. Hugh’s School, ubicada en una mansión campestre de estilo jacobino en el condado de Oxfordshire, Inglaterra. En 1979, pasó a Lucton School, en Herefordshire, otro costoso internado (la anualidad hoy bordea los 120 millones de pesos) cuya remota ubicación era propicia para mantenerlo a buen recaudo. “Nadie en ese lugar habría imaginado quién era mi verdadero padre y estar allí me ayudó a convertirme en inglés”, le declaró al Daily Mail.

Sus días en Lucton se vieron amargados por el abuso sexual que sufrió por uno de los profesores, David Panter. Hace dos años, Panter fue condenado a nueve años de prisión por los vejámenes que cometió contra siete alumnos, pero refutó las acusaciones de Witcomb, quien a comienzos de este año habló al respecto en el programa de televisión Boarding Schools: The Secret Shame-Exposure, que desató un escándalo sobre los internados en el Reino Unido.

Philip Witcomb vive hoy en Mallorca, donde se dedica a la pintura hiperrealista, técnica que aprendió con un descendiente de Joshua Reynolds, un influyente pintor inglés.

Philip salió de Lucton en 1980 y años después se radicó en España, donde en 1989 supo de quién era hijo. Por consejo de su padre adoptivo contrató un esquema de seguridad tanto para él como para Sue, su esposa, y sus niños Jonathan, entonces de tres años, y Anna, de uno, quienes serían los nietos mayores del mafioso.

Las precauciones no fueron infundadas. En los años siguientes, la guerra contra el narcotráfico en Colombia arreció y, como se lo expresó Philip al Express, fue contactado desde allí por personas que le pidieron “facilitar ciertas cosas”. No entró en detalles, pero dio a entender que se trataba de los hombres de su padre biológico. “Les dije que no quería saber nada del asunto y eso me puso en una situación complicada. Si lo vemos desde el punto de vista de ellos, se entiende qué ideas tenían en la cabeza: orientado desde Colombia, el hijo de Pablo Escobar podría llevar a cabo operaciones en Europa para beneficio de su familia, cada vez más acorralada”.

Philip lee un periódico en el que aparece su historia como el hijo escondido de Pablo Escobar.

En 1993, Escobar fue abatido por la Policía colombiana en Medellín tras meses de asedio. Fue un suceso mundial que, de todas formas, no liberó a Philip de su engorroso vínculo con él. No ha dejado de investigar en todos estos años sobre esa parte de su vida que ignoró por tanto tiempo. A partir de esos hallazgos, en busca de desahogo emocional, está escribiendo un libro que contará su vida y la de Escobar antes de ser el capo de capos. De otra parte, asegura que uno de los hijos “legítimos” de Escobar lo ha contactado, pero no está muy convencido de afianzar esa relación. Mucho menos ahora que uno de ellos, Juan Pablo, conocido ahora como Sebastián Marroquín, y su madre, María Victoria Henao, la viuda de Pablo, llamada ahora María Isabel Santos Caballero, están en serios líos con la justicia argentina, que los acusa de estar involucrados en una presunta operación de lavado de activos en connivencia con un extestaferro del cartel de Cali.

Dedicado hoy a la pintura hiperrealista, Philip Witcomb le aclaró al Mail: “No estoy en el negocio de las drogas. No quiero que me confundan con ellos. No estoy orgulloso de mi origen. Es solo un hecho de la vida”, al tiempo que en su diálogo con Express concluyó: “Por supuesto, sé que esta exposición puede traerme problemas. De un lado, los sobrevivientes de la época de mi padre ya no tienen ningún poder. Pero por el otro, yo soy el primogénito de Pablo Escobar. Es la sangre, es la familia, y eso pesa allá en Colombia”.

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