Home

/

Historias

/

Artículo

19 de septiembre de 2017

Historias

Lo que me gusta de la rumba

Hay fiestas para todo tipo de personas. Daniel Pacheco explica la magia que siente cuando está de rumba.

Por: Daniel Pacheco Foto Alejandra Quintero

La fiesta, la fiesta fiesta, la de carnaval o picó, la de sudor y salsa, la de take tarake take, la rumba; de esa fiesta estamos hablando. Y esa fiesta involucra necesariamente al menos dos cosas, dos elementos claves e imprescindibles: gente y música. Y cuando hay gente y hay música, generalmente hay trago u otra droga.

(Top cinco de los bares más extraños del mundo)

No es que se necesite estar borracho para irse de fiesta. Hay gente que logra lanzarse en ese trance de gozo puro a palo seco. Benditos ellos. Otros gustamos de sustancias para alimentar ese gozo puro, para entrar en ese trance. Pero no siempre fue así.

La primera vez que me fui de fiesta debía ser un niño. El apartamento de mis papás, lleno de gente de noche. Los recuerdos son borrosos y felices. Todo ocurría desde esa perspectiva de menos de un metro. Era una selva en movimiento de piernas, medias veladas y zapatos elegantes, de manos con cigarrillos que esquivaban mi infancia trasnochada, caminando por ahí asombrada, sorprendida por bocas alicoradas que descienden para dar besos apretados de aguardiente y perfume. La música sonando fuerte, podrían ser los Gipsy Kings, “Djobi, Djoba, cada día yo te quiero más”, y ahí me fui, me dejé ir, en un abrazo, en una vuelta con mi papá o mi mamá, con algún amigo de ellos, en la seguridad del clan, me fui de fiesta.

Porque uno se “va” de fiesta, se “va” de rumba. Y ese irse no habla tanto de desplazarse a algún lugar físico, de salir a la calle, a uno u otro bar, sino de salir del estado mental convencional. El lugar a donde uno se va de fiesta es un lugar siempre muy parecido, más allá de que sea al Goce Pagano, a las fiestas de Pink, a Quiebra Canto los miércoles, a Armando, a Video Club, a un apartamento con unos parlantes de computador. Por eso, el sitio es casi irrelevante si está la gente y está la música, si están alineadas las emociones para dejarse ir.

(Un fofisano en clase de rumba)

Presiento que Li Saumet no va a poder darme una mejor fiesta con Bomba Estéreo que la que me dio en una casa por allá a las afueras de Bogotá, cuando era desconocida y cantaba en Mister Gomes en Bombay. Ese día hubo magia, creo. Y creo, porque más que un recuerdo preciso, es como una reminiscencia de una sensación enajenante, en la que no estaba yo, estaba fuera de mí, no era rico, no era pobre, no era blanco ni era negro: nadie lo era, estábamos de fiesta.

Y es que la fiesta bien lograda carece de lenguaje, de historia y de memoria. Sucede ahí mismo y se esfuma. Se vive en el momento y si de ella queda algo, es más bien un poco de culpa posterior (nunca simultáneamente, nunca hay fiesta y culpa al mismo tiempo) y seguramente un ligero trajín neuronal.

Por eso la fiesta es criticada. Porque, dicen a los que acusamos de aburridos, es un desperdicio de inteligencia y de tiempo. Es una crítica que abarca a veces al espíritu nacional, al colombiano que deja en una noche el sueldo del mes. Todo en exceso es malo, pero la buena fiesta siempre es un exceso. Y ese exceso, en su medida justa, es uno de los alimentos de la vida. Esas fiestas, cuando el final esté cerca –y para los que creemos que la muerte llega sin un más allá–, serán la acumulación del placer que logramos exprimirle al paso por este mundo. Lo bailado no lo quita nadie, dicen. Pero como la fiesta, la vida también se acaba, y más vale que cuando eso pase uno pueda decir que estuvo buena, que logramos irnos de fiesta antes de irnos del todo.

(5 cócteles zanahorios (sin alcohol) que debe aprender a hacer)

* Periodista. Director del programa Zona franca, del canal Red Más, y columnista de El Espectador.

Contenido Relacionado

asesino serial

Historias

Asesinos seriales colombianos de los últimos tiempos

Aunque en el mundo han causado revuelo la serie y documental de Jeffrey Dahmer, que terminó inspirando disfraces el Hall...

aplicaciones de citas

Historias

Una semana en Bumble: el amor en los tiempos de las apps de citas

Una periodista de SoHo se metió durante varios días al mundo en el que 91 millones de personas buscan el amor o solo pas...

Garavito entrevistado por Rafael Poveda

Historias

Rafael Poveda revela la que podría ser la última entrevista de Luis Alfredo Garavito

“Tener a Garavito al frente es como montarse en la montaña rusa más vertiginosa”: Rafael Poveda en su libro ‘Tras la som...

Historias

Los monstruos en Colombia sí existen y son los asesinos seriales

La portada del libro del que le hablaremos en este artículo es de color rojo, como la sangre de cientos de víctimas que ...

Nacho, la historia del exactor de cine para adultos

Historias

Actores prefieren hacer papeles de narcos que interpretar a Nacho Vidal en una serie

Hace un par de días se lanzó la serie sobre la vida del emblemático Nacho Vidal, y Martino Rivas se puso en la piel de e...

Stormy Daniels, actriz de cine para adultos, y Donald Trump, expresidente de Estados Unidos.

Historias

La estrella porno y el presidente, la saga que enloda a Donald Trump

En julio de 2006, los caminos de Donald Trump, entonces estrella de la telerrealidad, y de una diva de películas porno s...

María Cecilia Botero aseguró que fuera del país el talento es más valorado.

Historias

Las veces que María Cecilia Botero ha tenido experiencias cercanas a la muerte

Una de las divas de la tv colombiana relata detalles inexplicables en su vida que, sin duda, la han marcado. En diálogo ...

The Oscars

Historias

El día que la popular canción “El santo cachón” sonó en los premios Óscar

Así como lo escucha, hubo un día en el que famoso exito musical sonó en la prestigiosa ceremonia del séptimo arte.