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15 de diciembre de 2022

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Esta Navidad no es mía: ninguna lo ha sido

Con acidez y franqueza, una de nuestras periodistas se despachó contra las parrandas y la animación que, dice la canción, trae diciembre. Esta es una diatriba contra la decoración, los villancicos, la pólvora y todo lo que trae el último mes del año, pero también una explicación de ese “trastorno emocional”.

Por: Soho.co
Young beautiful woman sitting at the table at home around christmas tree and decoration crazy and mad shouting and yelling with aggressive expression and arms raised. Frustration concept.
Young beautiful woman sitting at the table at home around christmas tree and decoration crazy and mad shouting and yelling with aggressive expression and arms raised. Frustration concept. | Foto: Getty Images/iStockphoto

Por: Johanna Prieto

Periodista grinch de SoHo

“Desde septiembre se siente que viene diciembre” y ¡vaya que es así! Para aquellos como yo que poco o nada deseamos que lleguen estas fechas, es completamente inconcebible que la gente comience a promocionar la tan “anhelada Navidad” con tres meses de antelación. Que maten de manera descarada Halloween y que noviembre sea ninguneado solo con el fin de darle paso al mes al que muchos llaman, el de unión y felicidad, es algo casi vomitivo.

Hasta aquí creo que más de uno estará en desacuerdo conmigo y dirá que soy una amargada por detestar estas fechas, pero todo tiene una explicación. Cuando tenía 10 años, mis padres, como muchos en Colombia, decidieron emprender y montar su propio negocio, pues los trabajos que tenían poco o nada alcanzaban para vivir de la manera en que ellos querían. Así que decidieron abrir un local de ropa para mujer.

Fue en esa época que comencé a descubrir que las fechas en las que se resaltan la unión, el amor y la hermandad eran una total farsa, una excusa para derrochar el dinero y abrazar al otro con hipocresía. Recuerdo que cuando llegaba diciembre, nosotros (mi mamá, mi papá, mi hermana y yo) no teníamos vida, debíamos madrugar y trasnochar mucho. Ir al popular ‘Madrugón’, ubicado en pleno corazón de San Victorino y comprar mercancía, era casi una misión kamikaze. Tumultos, gritos y ladrones eran el pan de cada día de aquellos diciembres.

Quizá muchos piensen que soy una desagradecida y pues no, siempre he vivido muy agradecida por todo lo que ese negocio nos dio a mí y a mi familia. Hoy en día soy lo que soy gracias a esos sacrificios que tuvimos que hacer en esas épocas. Sin embargo, no puedo negar que esas travesías despertaron en mí un sentimiento negativo por la época decembrina.

Seguramente usted creerá que soy una resentida, pero no; la verdad lo que soy es una persona franca y estoy segura de que en ciertos aspectos se deberá sentir identificado conmigo. La familia de mi padre es grande y, gracias a su tamaño, siempre ha estado en constante conflicto y rivalidades, cosa que ha hecho que tenga poco o nada de contacto con ellos. La verdad no estoy para esos dramas.

Gracias a ellos, una vez que decidí darme la oportunidad de disfrutar una Navidad en “familia”, donde me aguanté largas filas para comprar inútiles regalos y me gasté mi plata en cosas para quienes no lo merecían, me terminé de convencer de la farsa que hay en las fiestas de fin de año. Mis tías y primos resultaron siendo unas completas víboras, tremendo totazo que me metí con su tal fecha de unión y felicidad para pasar “en familia”.

Por eso, para mí, la Navidad no es nada, lo único bueno que tiene son los festivos, ideales para un buen descanso del trabajo. Y como dice la canción de Darío Gómez, “debería existir la cárcel de los tristes, para que en Navidad no se sientan solos y separarlos de los que gozan felices, ya que la dicha no la hicieron para todos”.

Otra de las cosas que poco tolero para estas fechas son las coloridas decoraciones y los monótonos villancicos que año tras año suenan para la misma época. ¡Qué detestable es escuchar los mismos temas todos los años! Y qué me dicen de la horrorosa pólvora que no deja dormir y a su paso perturba el estado de ánimo de nuestros animales de compañía. A eso hay que sumarle el desorden y la basura que dejan estos días en nuestras calles. Nada justo para una temporada que muchos dicen que está llena de unión y amistad.

Además de todo lo que ya he señalado, no sobra recordar que, a pesar de que la Navidad se pinta como una festividad desinteresada en la que solo existe bondad y felicidad en cada rincón, el consumismo es el que ha marcado su destino. Ríos de personas en centros comerciales, ventas informales en la calle y todo un derroche de dinero en iluminación, regalos y decoración inservible, han sido la regla en cada diciembre.

No voy a juzgar a quienes tienen para decorar y comprar un montón de regalos, sin embargo, es curioso ver cómo muchas personas solo esperan estas fechas para ‘enchular’ su casa como si se tratara de un concurso tácito entre vecinos. Estas dinámicas, muchas veces, generan una exclusión social que ocasiona que los más necesitados piensen en diciembre como un dolor de cabeza y un motivo de tristeza, pues, como dice la canción, “hay quien tiene todo, todo lo que quiere y sus navidades siempre son alegres. Hay otros muy pobres que no tienen nada, son los que prefieren que nunca llegara”. Me sé estas canciones no precisamente porque me gusten, sino porque son un sonsonete que no para de repetirse en las emisoras que resuenan en buses, almacenes o cualquier otro lugar público.

Esta situación tiene lugar, por supuesto, porque cEsa cuantificación del amor que se mide en qué tan caro o qué tan bonito fue el regalo, sin duda, es otro de los motivos que tengo para aborrecer esta fecha.

Para los especialistas, este sentimiento que tengo por la Navidad, y que de seguro no soy la única que lo siente, tiene una explicación psicológica y se debe al TAE, un trastorno afectivo estacional donde las personas odian todo lo que tenga que ver con el término de Navidad. Entre este trastorno están los siguientes síndromes:

Grinch: parece chiste, pero no. El término que para muchos viene de la película donde un duende, interpretado por Jim Carrey, odia la Navidad, en realidad es un síndrome que se relaciona con odiar todo lo que tenga que ver con ella, como los villancicos, las luces navideñas y todo tipo de decoración alusiva a esta fecha.

La silla vacía: las emociones por la pérdida de un ser querido entran en conflicto en esta época.

Del villancico: la persona entra en conflicto debido a que no se siente a gusto con este festejo, generando así ansiedad y estrés.

Así que si usted se siente identificado conmigo, todo tiene una explicación. De seguro una pérdida o un hecho traumático lo han llevado a detestar estos días donde todo el mundo vive alegre o por lo menos así lo aparente. Por mi lado, tengo varios motivos. Pero si usted es de los que ama la Navidad y me quiere matar por mi resentimiento hacia esta fecha, recuerde que sentir esto en época decembrina no tiene cabida, pues es una fecha para vivir en unión, en armonía y sobre todo con mucho amor. Así que el odio está cancelado, por lo menos hasta que se guarde el árbol, se apaguen las luces y se silencien -por fin- los villancicos.

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