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16 de diciembre de 2005

Sexo

A solas conmigo

Las mujeres también se masturban aunque no hablen de eso tanto como los hombres. Cochita habla del tema sin tapujos.

Por: Conchita
| Foto: 123rf

Pocas mujeres hablan del tema. Cuando se les pregunta mueven la cabeza de arriba abajo tímidamente y luego sueltan una risita, pero hasta ahí. Para nadie es un secreto que las mujeres nos masturbamos. Unas, mucho. Otras, poco, pero nos masturbamos. (Qué hacer para que una mujer disfrute de la masturbación)

En Internet se puede encontrar una lista de técnicas que no vienen al caso acá. En este tema, para mí la única protagonista posible soy yo. Nunca lo he hecho en frente de alguien, así que con esta columna cumplo mi fantasía de masturbarme ante unos ojos curiosos que ojalá también se exciten. Aunque los regalos no deberían tener condiciones de uso, espero que esta columna les sirva para un buen rato a solas. Pero también para que se pregunten si alguna vez se les ha ocurrido preguntarles a sus mujeres cómo y cuánto se masturban, o si les han pedido una demostración. Como yo no puedo darles una real, acá les doy una con palabras.

No soy de las que ensayan con miles de juguetes e innovaciones. Tal vez porque lo hago desde que tenía unos trece años o menos, cuando todavía era virgen. No necesité de ninguna instrucción para descubrir que lo que tenía entre las piernas era una fuente infinita de placer. Una noche cambiaba de canales en la famosa parabólica y vi la escena de una película de época en la que la lengua de un tipo chupaba el pezón rosadito y duro de una mujer que trataba de salirse toda por encima de su corsé, al tiempo que gemía. Eso fue suficiente para que, instintivamente, yo cruzara una pierna encima de la otra e hiciera rozar la parte interior de mi ingle contra el clítoris, en movimientos circulares. De esa forma y desde entonces, tengo orgasmos propios e intransferibles todos los días. Si acaso descanso un día de la semana, no exagero. Pero volvamos a lo de juntar las piernas.

La mayoría de los hombres se imaginan que las mujeres siempre se tocan con las yemas de los dedos y que esa es la manera más fácil de alcanzar el placer. Si no, entonces suponen que están los consoladores. Las mujeres seguramente saben de qué hablo cuando les describo eso de "juntar las piernas". Algunas abogarán por otras técnicas. Yo abogo por la mía, porque tiene varios beneficios: no se necesita ningún accesorio para efectuarla, uno puede estar en cualquier parte, vestido o desvestido y, por si fuera poco, ha hecho de mi vagina el lugar más apretado y movido del mundo. No es una metáfora, es una realidad: las mujeres que se masturban así aprenden a moverse desde adentro, con eso les digo todo. (Aprenda a estimular su punto G y tener orgasmos intensos)

Una mujer que se conoce bien y sabe darse placer, es a la fija una buena amante. Lo digo por experiencia. El problema es que es difícil satisfacerla. Después de conocer los límites orgásmicos a los que ella sola puede llegar, una mujer no se descresta fácilmente. El hombre tiene la apremiante labor de recordarle lo imprescindible que es su arma letal y buscar puntos que van desde el G hasta el F, dándole la vuelta al alfabeto, aunque los sexólogos aún no los hayan bautizado. Les acepto que una penetración no se compara con casi nada, excepto con el propio placer que yo sola me he procurado.

Les certifico que casi nunca comparo un polvo con otro. No sé si les sirva de algo con otras mujeres. Para mí no hay mejor termómetro para medir un buen polvo que la siguiente pregunta: ¿Me gusta tanto como cuando lo hago sola? Muchos igualan esa sensación. Pero el único amante que ha superado mi propio placer, es el jacuzzi de mi finca. Un día, mientras me acomodaba, por casualidad pasó cerca de mi clítoris la corriente de uno de sus chorros. Como estaba acompañada, no fui capaz de lanzarme a la exploración pero, una vez se salieron los demás, yo subí las piernas contra los baldosines blancos de la pared y me acerqué lo más que pude al chorro. Estuve ahí una media hora y creo que batí los récords de orgasmos. No podría decirles exactamente en qué pensé, porque las imágenes pasaban muy rápido por la cabeza. Sin duda, estaban llenas de hombres, eso sí, y a mi amante invisible no le dieron celos. Me dejó exhausta esa y muchas otras veces. Es de los pocos que han sabido saciarme en justa medida, de los pocos por los cuales cambiaría un close to me como el que en este preciso instante culmino.

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