Nunca había entendido los chistes de abogados. Pensaba, la verdad, que eran chistes gringos. Sin embargo, los acontecimientos de los últimos meses, documentados en las primeras planas de nuestros periódicos, les han dado la razón a las bromas pesadas que se oyen por ahí. ¿Cómo se sabe que un abogado está mintiendo? Está moviendo la boca. ¿Cómo se sabe si está haciendo frío afuera? Un abogado tiene las manos en sus propios bolsillos. ¿Qué es un penalista? Un abogado que se defiende a sí mismo. En fin: el punto queda más que claro. Todo está listo para decir que la peor abogada, entre los abogados que llenarán formularios y harán fila de nueve a cinco para entrar al infierno, es la de esa incómoda serie de televisión llamada Damages.
Se llama Patty Hewes. La interpreta la extraordinaria Glenn Close, que se veía tan terrenal en Reencuentro, tan infernal en Atracción fatal y tan graciosa en 101 dálmatas. Y si su hijo adolescente no se mete en problemas de marca mayor, si su esposo poderoso no le hace malas jugadas, si los abogados de la firma que lleva su nombre no cuestionan sus razones, sus contrapartes no le juegan sucio y sus testigos no se echan para atrás en el último segundo, puede llegar a parecer una buena persona. No lo es. Tiene restos de idealismo, sí, pero es capaz de cualquier cosa con tal de ganar los casos gigantescos en los que se mete para acabar con las multinacionales: el sórdido caso (primera temporada) contra las industrias de Arthur Frobisher, el aparatoso caso (segunda temporada) contra Ultima National Resources y el emocionante caso (tercera temporada) contra ese corredor de bolsa llamado Louis Tobin.
Su mano derecha, una recién egresada llamada Ellen Parsons, la odia profundamente. Se lo advirtieron. Le dijeron “si te metes con Patty Hewes, te irás al infierno”. Pero ella creyó, como cualquier recién egresado, que tenía todo en sus manos. Y, tres temporadas más tarde, lo único que le queda de sí misma es el nombre que tenía.
Damages, que no es la más exitosa de las series de estos tiempos, pero sí, sin duda, una de las más prestigiosas, volverá a la televisión en julio de este mismo año. Traerá, según se dice, los mis recursos de siempre: un juego con el tiempo tan ingenioso como exasperante, una trama sórdida y enrevesada, en trece capítulos que dejan sin aire, que prueba todos nuestros umbrales, y un elenco lleno de esas estrellas de cine (Ted Danson, William Hurt y Martin Short han pasado por ahí) que han comprendido que hoy en día la televisión es el lugar para estar. Yo, que sigo cualquier serie de abogados, estoy resignado a verla. Sé que lo haré entre la incredulidad y la fascinación, entre el asco y el placer. No sé qué tan a tiempo estén ustedes de escaparse.